jueves, octubre 04, 2012

Resaca (1ª Parte)

Resaca


Los rayos del sol se colaban por entre las persianas vistiendo la habitación de claro-oscuros que engañaban la vista de cualquiera. La opacidad revelaba poco de lo que estaba sucediendo ahí dentro. Respiraciones entrecortadas; sábanas que suben y bajan; una mosca; miles de motas de polvo infinitesimales volando por el cuarto y deslizándose sobre los rayos de luz para pasar de un lado a otro de la penumbra. Muy despacio fue despertando del profundo sueño en que se encontraba, y cuando su olfato cobró sentido, percibió un fuerte olor a Whisky que le indicaba que estaba en su medio. Poco a poco se fue incorporando. La cabeza le quería estallar, típico. Los ojos parecían querer escapar de sus orbitas. Y el maldito zumbido en los oídos. Sabía que el olor a alcohol provenía del vaso sobre la mesa a un lado de su cama. También sabía que aún vestía la ropa de la noche anterior. Por supuesto que también sabía que su cuerpo pedía agua a gritos desde hacía ya bastantes días. Y desechó todas esas ideas que le recordaban cosas que sólo le atañen a quien porta una existencia como la suya, y a pesar de las lacerantes pulsaciones de su cabeza, dirigió sus lastimosos pasos hacia la cocina.
A su paso por la sala, en su camino a la cocina, pudo observar que una sombra se proyectaba por sobre la de los muebles, y se sorprendió al notar que una cabeza humana sobrepasaba el love seat. Una persona se encontraba sentada cómodamente en el sillón que solía ser su favorito, y sobresaltado sólo atinó a balbucear: –Ah, su pu…– pero antes de que pudiera terminar la frase, el dueño de la cabeza misteriosa puso un dedo frente a su boca y dijo: –¡Shhh!, ¿O es que quieres despertar a los vecinos?–. –¿Quién chingados eres, y qué chingados estás haciendo en mi departamento?–, preguntó Rafa, buscando con la vista algo para defenderse. Por fin encontró algo que pudiera lastimar en caso de ser necesario, así que tomó con su mano un plumero que estaba abandonado a su suerte en el piso. Aquel individuo que vestía una camisa al estilo Hawái, bermudas blancas y sandalias “de metedera”, de muy buena manera contestó: –Soy uno de tus mejores amigos, y créeme, ese plumero no te va a servir para nada–. Rafa se desentendió del plumero, y en un ágil movimiento, se lanzó en pos de un bastón de golf que igualmente estaba regado por ahí. Ahora sí, más seguro de sí mismo, sintiéndose armado de a de veras, dijo con el aplomo que le permitía su corazón que latía vertiginoso: –Sé quiénes son mis amigos, y si no me contestas quién eres, te juro que te parto la madre en este mismo momento–. El vestido de turista hawaiano tomó el vaso que tenía en la mesa de centro, al parecer con una piña colada con todo y su pedacito de piña natural encajado en el borde, y tras darle un trago le hizo una pregunta: –¿Te acuerdas aquella vez que estabas desesperado por no encontrar trabajo? Bueno, fui yo quien impedí que te aventaras desde las alturas y te quitaras la vida–. –No sé cómo te enteraste de ese rollo, pero tú no eres la persona que me libró de eso. Esa persona fue un gran amigo– contestó Rafa aún sosteniendo con las dos manos el bastón y con los músculos tensos para soltar el primer golpe. –Ajá. Exacto. Un gran amigo. ¡Ah! Y la vez que paraste tu camioneta a la orilla de la carretera, ¿recuerdas?, casi llegando a Piedras Negras, para recoger tu teléfono que había caído al piso, y te agachaste justo en el momento para esquivar aquella piedra que entró volando por la ventana abierta, y fue a romper el cristal del lado del pasajero. Si te acuerdas de eso, ¿no? fue hace como cinco años y tres meses y ocho días. Dime, ¿cómo iba a saber yo esto que te acabo de decir? ¿eh?–. –Fuiste tú el hijo de perra que me aventó la pedrada, ¿verdad? Sabrá Dios desde hace cuánto tiempo me estas vigilando–. –Es lo único sensato que has atinado a decir el día de hoy. Te estoy vigilando desde el preciso momento en que fuiste concebido. Es mi tarea y obligación. Mira, deja ese bastón de golf y siéntate, respira hondo tres veces, y escucha bien lo que voy a decirte–. –Este es el sueño más loco que he tenido. Puedes decirme lo que tú quieras, sabiendo que estoy en medio de un sueño puedo ahora escuchar lo que sea. Lo que digas en realidad no importa, pues tu asunto, me imagino, será tenerme en este sueño hasta que se me pase el dolor de cabeza que tengo–. Rafa recibió un hielo de lleno en el rostro y sintió un dolor agudo, que primero lo sorprendió, pero de inmediato lo puso en guardia de nuevo. –¿Qué tan real te pareció eso, eh?, ¿todavía piensas que estás en un sueño?–. Apenas el otro iba a contestar, cuando el ángel lanzó otro hielo que dio blanco en la nariz de Rafa. –¡Hey güey, ya párale! Está bien, esto no es un sueño. Ahora empiezo a asustarme de a de veras–. El ángel sonrió y le dijo: –Mi querido Rafa, no tienes por qué tener miedo. Como te dije alguna vez, soy tu ángel guardián. Tienes suerte, has sido elegido. Me han instruido para revelarte el motivo de mi presencia en el mismo tiempo y en el mismo espacio que ocupas–, y el ángel se acabo de un trago su piña colada y continuó: –Rafa, vengo a llevarte conmigo. No te asustes, todo va a salir muy bien. Confía en mí. Confía en Dios. En unos minutos dejarás este plano existencial. Cambiarás de formato y tu alma migrará hacia otra dimensión. En pocas palabras, y para que me entiendas, dentro de un rato vas a colgar los tenis–.

Continuara…………..


No hay comentarios.: