jueves, octubre 25, 2012

Voces (2ª Parte y Final)

Luis entró a la cabina, y en la silla que había ocupado, se encontraba un tipo delgado con lentes oscuros al estilo Lennon, de melena larga y aspecto despreocupado. Vestía una playera con la leyenda “Aerosmith”, jeans, e inconfundibles zapatos “vagabundos”; su edad era difícil de adivinar. –No puedo negar que tienes buen gusto para esto de la música, ¿pero Sinatra?–. Dando un chasquido con los dedos las bocinas subieron su volumen al máximo y se empezó a escuchar “Twist and Shout” de los Beatles, acto seguido el tipo se puso de pie y comenzó a bailar twist mientras de su boca salía la mismísima voz de John Lennon, igualando el volumen de los parlantes. Luis se acercó a la silla provocando que aquel tipo retrocediera sin perder el ritmo, y canceló el volumen dejando que el silencio se apoderara de nuevo del lugar. –Mira, no se quien seas y no sé cómo entraste aquí, seguramente es una broma de Alberto y ya estuvo bueno. Puedes decirle que me logró sorprender y que tu imitación de Lennon es buenísima. Ahora, si me haces el favor, retírate por donde llegaste, de lo contrario tendré que llamarle a la policía y la bromita terminará muy mal para ti–. El tipo bajó sus lentes casi a la punta de su nariz, y sobre estos dirigió su mirada a Luis diciendo. –Por mi, adelante, es más– sacó un celular del bolsillo del pantalón y lo empujó en la mesa hacia su interlocutor, –usa mi teléfono, márcale a los de la “ley” y diles que tienes un intruso en la estación, pero antes explícame una cosa, ¿cómo es posible que escucháramos al cuarteto de Liverpool, si la canción no esta programada?–. Luis vio la pantalla y, efectivamente, su lista de canciones no había sido alterada. Mayor fue su sorpresa cuando aquel tipo, imitando a la perfección la voz de Sinatra, comenzó a cantar algo de lo que estaba en ese momento programado. Luis subió el volumen y parecía que el imitador sabía exactamente donde iba la canción, pues no corrigió nota. Asombrado Luis lo volteó a ver, y aquel simplemente movió las cejas y con el dedo índice colocó de nuevo los lentes en su sitio. –Sí, Luis, preguntas muchas preguntas, y te responderé la primera que estas a punto de hacer: soy un vendedor, sólo un vendedor, tengo para ti algo que puedes necesitar, o más bien que vas a necesitar–. Luis apenas iba a articular palabra y se vio interrumpido –y mi nombre es, ora veras, es que me han llamado de tantas formas que tengo que buscar el que más se adapte a tu entendimiento–. Ahora fue Luis el que lo interrumpió: –No me vengas con que eres el diablo–. El tipo, soltando una risa grotesca y hueca, imitó la voz de Fernando Soler y parodió: –Sí compadre, soy el diablo–, y de nuevo rio, solo que su risa fue interrumpida por un ataque de tos que luego calmó con un trago del “jaibol” de Luis. –Ahora que todo ya quedó claro, arrímate una silla que tenemos que hablar–. Tomó el celular de la mesa, lo guardó de nuevo en su pantalón, y continuó: –Gracias a mí, las distancias se han acortado y el planeta hoy es una aldea global. Los medios de comunicación manejan a las masas creando desinformación y todo marcha de acuerdo a mi plan, pero aún tengo un problemita: internet. Pero antes de continuar, sírvenos unos “jaibolitos”–. Al ver que Luis no movía un músculo, el tipo se puso de pie y comenzó a servir los tragos mientras seguía hablando: –Pues bien, mi problema son las estaciones como esta, crean opinión, programan música no comercial. Vaya, hacen que la audiencia recuerde tiempos mejores. Y eso no va de acuerdo con lo que tengo en mente–. Luis se pasó la mano por la cara y preguntó: –Y si eres quien dices ser, ¿porqué no simplemente provocas un incendio o algún accidente y destruyes la estación?–. Aquel tipo tomó los dos vasos y entregándole uno a Luis, y tras dar un trago a su bebida, contestó: –Ustedes los humanos me sobre estiman, tu fe y las demás me han hecho tan buena propaganda, que en su cabeza se ha quedado fija la idea que soy casi tan poderoso como el Padre o el Hijo, pero están muy equivocados, ¿sabes en qué radica mi fuerza?, ¿sí lo sabes, verdad? Mi fuerza radica en el mayor regalo que El les dio, malditos simios evolucionados– con la mano izquierda levanto su índice y señaló al techo, –Él les regaló el libre albedrio, y yo simplemente he tomado ventaja sobre un regalo que ustedes no han sabido apreciar–, dio un nuevo trago a su bebida y continuó: –Al contrario también de lo que muchos se imaginan, yo no ando apropiándome de cuerpos, ni tampoco influyo para que existan mensajes ocultos en algunas canciones, de esos que sólo pueden ser escuchados si el disco se toca en la dirección contraria. No Luis, yo soy sólo un vendedor. Toma por ejemplo la fusión atómica, ¡Hey! fue una gran idea, y sólo tuve que susurrar al oído de alguien con suficiente poder lo que esa energía podía destruir, y ya ustedes conocen dos de mis grandes obras contemporáneas, allá en las viejas Hiroshima y Nagasaki. Pero te insisto, no fui yo, fueron ustedes. Libre albedrío Luis, y en eso El no interviene–. Luis confundido y repentinamente agotado preguntó: –Y ¿qué es lo que quieres?–. –Tan sólo quiero que se unan a esta revolución, que su estación de radio se deje de estupideces y empiece a programar lo que se escucha en todos lados, que en lugar de formar opinión, le den a su audiencia una opinión formada. No los dejen pensar, piensen por ellos, eso es lo de hoy Luis–. Dejando su vaso sobre la mesa Luis negó con un movimiento de cabeza y dijo: –Lo siento mucho, yo no voy a entrar en este juego de destrucción, jamás he estado de acuerdo y no lo estaré; y te adelanto que tampoco Alberto te va a seguir la farsa–. –Ah Alberto!, no te preocupes por él. En estos momentos ya está tomando su decisión; y si tu respuesta es final, pues bueno, sólo me queda decir gracias por tu tiempo y hasta muy pronto–. Extendió su mano hacia Luis y este lo ignoró. El tipo se puso de pie, y en un parpadear estaba en la puerta de la cabina a las espaldas de Luis. –Sabes, es una lástima que tu mujer vaya a decidir tomar esa última taza de café, y qué coincidencia, un joven bastante tomado que estará en una reunión dominguera con amigos, se estará retirando, no sin antes llevarse un “six” de cerveza, tu sabes, para el camino. Los choques frontales son terribles Luis, terribles–. El extraño posó su mano en el hombro de Luis……..

Luis de un sobresalto despertó, sudaba a pesar de lo agradable de la temperatura. Checó su reloj y se dio cuenta que tan sólo habían pasado unos minutos después de la llamada de Alberto. Salió de la cabina y, atravesando la recepción bajo las escaleras, vio que todo estaba normal, tráfico de cualquier sábado en la noche y el ruido común de esas horas de la noche. Su corazón aún palpitaba con fuerza. Pasó sus dos manos por su rostro, y más tranquilo, subió de nuevo las escaleras mientras pensaba “qué pesadilla me acabo de aventar”. Sobre la mesa estaba su vaso de whisky aún a la mitad. De un trago lo vacío por completo, justo en el momento que Alberto entraba a la estación: –Qué pasó Luis, decidí hacerte compañía un poco más temprano. Íbamos a ir a cenar, pero a última hora cancelamos todo y aquí me tienes, Luis sonrió y tras saludar a Alberto se comenzó a servir otra bebida preguntando: –¿Te sirvo un alipus?–, Alberto dejó las cosas que traía sobre el refrigerador, en la recepción, contestando –ingrato, no ves que vengo seco–. Luis comenzó a preparar los tragos –sabes Alberto, acabo de tener una pesadilla de lo más loco: estaba aquí en la estación, y un tipo de lentes oscuros y greña larga–. Alberto palideció en ese momento e interrumpiéndolo preguntó: –¿playera de Aerosmith y jeans?–, ambos se quedaron viendo, mientras de nuevo el maldito silencio se hacia presente en la estación, silencio que fue roto por el sonido de la puerta al abrirse y una voz diciendo: Y bien caballeros, supongo ya me tienen su respuesta, ¿o no?

FIN

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