jueves, agosto 30, 2012

Encuentros

Encuentros

Abrió los ojos cuando los primeros rayos de luz empezaban a acariciar la tierra. Despacio se sentó sobre la cama y tras pasarse la mano por la cara, se puso de pie. Escogió la ropa para ese día. Entró al baño para asearse y luego vestirse. No había prisa.
Media hora después salía de casa. Caminó dos cuadras hasta llegar al parque y lo cruzó por el centro, bajo las copas de árboles centenarios y el dulce aroma de jazmines y lavandas. A lo lejos nubarrones avisaban que el sol no duraría. Cruzando la calle frente al parque estaba la cafetería de siempre. Tomó asiento en la terraza y esperó a Clara, la chica que siempre hacía el favor de atenderlo. A él nunca le gustó eso de ordenar en la caja, más bien le gustaba ser uno de los primeros clientes en llegar y dejar muy buena propina. Por eso Clara tomó la iniciativa de atenderlo como le gustaba, siempre en la mesa y siempre con una sonrisa. –Buenos días Don Luis, aquí tiene su cafecito. ¿Va acompañarlo hoy con alguna pieza de pan dulce?–. La miró a los ojos y le dijo por lo bajo: –No Clarita muchas gracias. Pero ya sabes, si no se te carga el trabajo, te encargo en unos 20 minutos más el segundo café–. La chica volvió a sonreír pensando en que la conversación estaba de más pues su distinguido cliente todos los días hacía y decía lo mismo. De la mesa tomó el dinero que, como siempre, previamente dejara Luis en la esquina derecha, justo donde ella aparecía a diario para repetir los formulismos, y en menos de 30 segundos dar la media vuelta con el dinero de los dos cafés y la propina desproporcionada.
A Luis le encantaba la tranquilidad de las mañanas aderezadas con canto de aves, aroma de flores y los colores con los que éstas vestían el parque. Cuando volteó a la mesa el café ya estaba ahí, dio un trago metódico y cerró los ojos. Dejó que sus sentidos se embriagaran de sonidos y aromas. Cuando los volvió a abrir ya estaba ella ahí, en la banca del parque, justo frente a la cafetería. ¿Cuanto tiempo había transcurrido con los ojos cerrados? ¿Quién era esa mujer que lo desconcertaba? Al contrario de su diaria repetición de actos, ella aparecía en el parque de vez en cuando, o mejor sea dicho el asunto, justo cuando menos se lo esperaba. Como hoy, al cerrar los ojos. Una mirada a la banca y nada había. Unos segundos (¿o minutos?) después ahí estaba. Y así como las otras veces que la veía, empezaba a sentirse nervioso y la miraba sentada y buscaba en sus facciones y gestos algo a lo que ella era totalmente ajena. ¿Por qué sentía miedo? ¿Por qué pensaría que aquella mujer era para él hasta cierto punto inalcanzable, si era sólo cuestión de cruzar la calle, vencer el miedo y preguntarle: Cómo estas? Aún me recuerdas? Aunque su parte consciente le decía que no podía ser ella, sin embargo tenía tantas coincidencias que le arrebataba la sospecha: su manera de sentarse, el brillo de su cabello y esa mirada tierna con un toque de melancolía que por momentos le hacía sacar conclusiones, pues todos los detalles juntos le gritaban que era ella, que no podía equivocarse. De pronto ella sacó un libro de su bolso y comenzó a leer. Un detalle más que sumado a los otros le daba la certeza de haberla encontrado.
Recordó la tarde en que la conoció, en aquella librería escondida en el centro de la ciudad donde sólo los que son muy asiduos a la lectura gustan de gastar sus horas de ocio, entre los forros nuevos y viejos que prometen contener el tesoro del ser y del saber. Esa tarde ella escogió un libro de Taylor Caldwell y él lo notó y fue la pauta para iniciar una conversación que recordaba como muy agradable. Tras comentar sobre el libro se dirigieron a una cafetería y se reconocieron hasta muy entrada la noche. Su mirada lo cautivó y su forma de saber escuchar. Ella le platicó esa noche cómo le gustaba ver la lluvia tras el ventanal si era invierno, y en los veranos alzar la cara y dejarse besar por lo que llamó las lágrimas del cielo.
De pronto su mirada y la de la banca se cruzaron, sólo por un momento, suficiente para que los latidos de su corazón de aceleraran, para hacerlo sentir indefenso, como desnudo, paralizado como adolescente enamorado. Quizás sus ojos podían engañarlo, pero era difícil engañar a su corazón. Era ella, tenía que ser ella. Pero, ¿porqué ahora?, ¿porqué después de tanto tiempo?
La voz de Clara repentinamente lo volvió a la realidad: –Aquí tiene su otro cafecito, lo espero por aquí mañana, cuídese mucho–. Luis le dedicó una sonrisa y volteo de nuevo hacia el parque, temeroso de que en esos pocos segundos ella hubiese desaparecido. Pero seguía ahí, leyendo tranquila. Dio un sorbo a su café, apresurado, quizá estuviera confundiendo la realidad con un simple deseo; el deseo de sentir el calor de su cuerpo y su cara contra su pecho, el deseo de volver a escuchar su voz y el sonido de su risa, el deseo simple de compartir sus hermosos silencios. Tenía que saberlo. Tenía que estar seguro. Se puso de pie y comenzó a caminar hacia la calle. Andaba de prisa, con la bufanda volando por el repentino aire que cruzó su camino. El sol ya se había escondido detrás de las nubes que ahora habían llegado. Al otro lado de la calle ella dejó el libro pues la tranquilidad de hacía un instante hacía que no fuera propicio la lectura en el parque. Levantó la vista y vio como un hombre maduro atravesaba la calle y se dirigía hacia donde ella estaba. Vio en su semblante una angustia como si no fuera a alcanzarla para decirle algo. Clara observó desde el café a Luis atravesar la calle despeinado por el viento, con su paso un poco incierto, y pensó para sí que había envejecido muy rápido en el tiempo que llevaba yendo por las mañanas.
La de la banca clavó sus ojos en los de él, y él terminó de cruzar la calle sin haberse fijado si quiera, con la mirada hundida en ella. Se acercó despacio acortando distancia por la acera. Ella descubrió con sobresalto mucha aprensión en ese hombre que se acercaba, pero no sintió miedo pues de alguna forma su mirada sobre ella tenía un brillo que le inspiraba cierta ternura. Una voz los sacó del trance en el que se encontraban esos dos seres que por un momento todo lo demás dejó de existir para concentrarse en observar uno del otro algo que no había sido todavía descubierto: –Perdóname mi amor, pero ya conoces a mis padres, querían que nos quedáramos a desayunar, pero les dije que tu me estabas esperando aquí para tomarnos un café y que después iríamos a dar una vuelta por la ciudad, así que no tuvieron mas remedio que dejarme ir–. Ella volteó a ver a su marido y de nuevo volteó a ver a aquel hombre de edad y notó de pronto que su mirada se apagaba, vio cómo su figura, antes erguida, se encorvaba un poco, apoyando ahora su peso sobre un bastón que un momento antes le pareció lo traía alzado. Ella recogió su libro para meterlo de nuevo en el bolso, y tras darle un beso a su marido, tomados de la mano se empezaron a alejar del punto de no reunión de aquellos dos que se habían mirado.
Don Luis vio como la pareja empezaba a distanciarse. De pronto la chica, soltándose de la mano de su esposo, dio media vuelta y se acercó al anciano a paso rápido. Tomándole la mano libre le dio un beso en la mejilla humedecida por el llanto. –¿Se parecía a mi?– preguntó. –Mucho mi’ja. Era tan bella como tu–. Ella apretó su mano y después caminó hacia donde estaba su marido. Iba conteniendo un sollozo al saber lo que Don Luis había experimentado. El los vio adentrarse en el café donde un momento antes el estuviera.
Comenzó el camino hacia dentro del parque, bajo las copas de los árboles que se mecían por el viento que alejaba el aroma a jazmines y lavandas. No apuró el paso porque, de igual forma, no había prisa.

jueves, agosto 23, 2012

¿En qué sueñas?

¿En qué sueñas?


Viajaba en un desvencijado autobús que por algún milagro mecánico o divino se mantenía en marcha, entre humo y ruido que eran notorios adentro, donde los pasajeros pueden distinguir ambos perfecto. Era de noche y recuerdo haber pensado que tan pronto me graduara jamás volvería a viajar en autobús, me lo prometí. Salimos de Piedras Negras e iba solo, y así se mantuvo sólo el camión hasta llegar a Monclova. Iba pensando en el trayecto sobre tanta lámina para contenerme a mi solito. Llevaba chofer propio, y de cómo todo esto afectaba el precio del boleto que pagamos los que viajamos en estos populares medios de transporte. En Monclova varias personas abordaron. Estuve cruzando los dedos deseando que la chica de los jeans ajustados y blusa escotada se sentara a mi lado, pero la suerte, que rara vez me acompaña, me “premió” dándome de compañero de viaje a un viejito, de aspecto muy humilde, y de olor bastante fuerte. Tras acomodarse en el asiento, se presentó conmigo como Zandalio Cruz. Espontáneo, me dio la mano (la cual estreché), y sin decir palabra dirigí la mirada a la ventanilla, haciéndome como que la Virgen me hablaba, o por lo menos los espíritus que suelen acompañarme para estos propósitos. Más rápido que de costumbre, tan pronto y se bajaron el chamaco de los lonches y el que nos deleitó con una corta pero sustanciosa rola de “Los tigres del norte”, el cacharro inició de nuevo su marcha hacia Monterrey, la industriosa ciudad. No bien habíamos tomado el Boulevard Harold Pape, cuando Zandalio sacó una “copalita” de tequila y dándole gran trago, me la ofreció diciendo: “Disculpe joven, pero no escuché su nombre”. La verdad no soy aficionado al tequila, por lo cual decliné la invitación, pero sí contesté un seco: “Rafael”. El anciano se sonrió mostrándome tremenda y maltratada mazorca amarillenta y, tras dar otro trago a su botellita, volvió a su intento de iniciar una charla:
“Me imagino que es usted estudiante, eso es bueno, yo siempre he dicho que la juventud se debe de preparar. Su padre debe de estar muy orgulloso de usted”. El comentario si que me jodió, pues mi padre había fallecido hacía pocos meses, por lo que, esta vez viéndolo a los ojos, se lo hice saber: “Mi padre falleció a inicios de este año. No se si estaba orgulloso de mí o no, nunca se lo pregunté y él nunca me lo dijo”. Quiero creer que se dio cuenta de mi malestar al tocar el tema, pues guardó silencio y me dejó en paz, mas no por mucho tiempo. Tras haber dejado atrás Castaños, entre la floresta agreste del desierto de Coahuila, por ahí pasó zumbón la lata de sardinas gigante que nos contenía a varios esa noche. Por fin encontré acomodo para dormitar, cuando Zandalio volvió a romper el silencio: “Sabe, yo tuve una vida muy dura. Mi niñez estuvo llena de privaciones y penurias. Antes de ser campesino mi padre trabajó con los rurales, y pos la verdad esas cosas no dejan, y si a eso usted le suma que éramos un titipuchal de hermanos, pos más pior”. Hizo una pausa para solar una risita grotesca, y continuó: “A los 16 me cansé de tanta pobreza y, como muchos, me fui a la capital. Si yo pensaba que la cosa era difícil allá en el pueblo, la capital me resultó mucho más dura. Imagínese 16 años y un completo analfabeta” y se dio tiempo para un nuevo trago y compartir su tufo, “Pero no me doblé, no señor, a base de blanquillo seguí adelante. Fui mil usos hasta que descubrí que en la sangre llevaba la ley, sabe, me di cuenta que lo mío era ser policía. Así que empecé como muchos, como madrina. Ahí me ve usted, como mandadero, al principio, pero rápido se dieron cuenta que no era de los que fácilmente se quiebran y me fueron agarrando confianza. No pasó mucho tiempo y un judicial al que llamaban Cacharpas, de nombre Jesús Acosta, me apadrinó y me dieron mi placa. Luego luego Jesús me llevó a comprar mi primer tacuche y mi primer par de zapatos nuevos. Después nos pasamos a la peluquería pa’corte y rasura. En ese momento recuerdo que pensé que yo ya la había hecho, que mi momento había llegado, y porqué no decirlo, también pensé que al fin la revolución mexicana me había hecho justicia. Lo mejor fue en la noche, cuando me llevaron a festejar con unas rorras, de esas bien ponedoras…..¡Ay, aya, yay!”, al momento que soltó ese grito apagado y agitó los puños, pensé que le estaba dando un ataque. “Se me desmaya este viejo” pensé, y de desmayarse, me dejará de joder y, ahora sí, de ese momento en adelante, todo sería paz hasta llegar a Monterrey. Pero no, el viejito al gritar estaba enfatizando su historia, y alegremente continuó dándole rienda suelta a su capacidad retentiva: “Y no crea que siempre estuve así de jodido, no, yo estaba bien dado, la gente, sobre todo las chamacas, decían que imponía. Además, usted no me lo va a creer, pero yo era muy rápido, jeje, me decían el venado y no precisamente por aquello de lo cuernos” de nuevo la risita, el trago de tequila y la novedad ahora fue su cigarro delicado “No le molesta si fumo, ¿verdad?, usted también lo hace, ¿verdad?”, ándale Sherlock pensé, y le iba a contestar, pero me contuve. Ya anda tomando el “venerable”, y si empieza a fumar, la gente se va a quejar. Le van a llamar la atención, y si le sigue, me cae que lo bajan en la próxima ranchería, si bien le va, si no es que en medio de la nada lo dejan. Le conteste: “No, mi amigo, adelante, no me molesta, es más, ¿Me regala uno?”. Zandalio me dedicó otra de sus pozoleras sonrisas y me pasó la cajetilla, la botella y los cerillos. Tomé uno de los cigarrillos y lo encendí. Después, quizá por reflejo limpié metódicamente el pico de la botella y le di un trago al tequila, y mientras sentía que este me quemaba trompa, lengua, esófago y tripas, mi compañero de viaje continuó con su relato: “¿En qué iba? ¡Ah, si!, el venado. Oiga, pues no pasó mucho tiempo y ya ganaba mi buena lana. No le voy a decir que sólo del sueldo, pa’ser honestos teníamos por ahí varios enjuagues, y nos dábamos vida de grandes. Para empezar la charola nos abría todas las puertas, y al no tener familia, gastábamos el dinero como nos llegaba. Y una noche, en un cabaret de lujo, cambió mi vida para siempre”, yo tendí mi mano y como si estuviéramos sincronizados, Zandalio me dio de nuevo la botella, yo al trago y él a su historia: “Llegamos el Jesús y yo a un cabaret que se llamaba El Sansouci o algo parecido, nos pusieron en mesa de pista y toda la cosa, ya sabe, botella de cortesía, servicio al momento con mesero particular. Poco sabíamos que a tan solo a una mesa estaba un ministro de gobierno, el caso es que salió una chamaca a la bailada y le empezó a echar ojitos al tal ministro, cosa que no le gustó a uno de los parroquianos. Bueno, el caso es que de repente salió a relucir un cuete y se escuchó un tiro. Nunca supe quien tiró primero, pero lo que si noté fue que el tipo que le digo, el despechado, le estaba apuntando al ministro. Que me le lanzo encima desarmándolo y dándole una madriza de Dios es padre. Estaba cegado, al punto que casi me descuento al Jesús. El caso es que cuando llegaron los azules y el agua se calmó, no había rastros del ministro y el Jesús y yo nos identificamos para salirnos del cabaret”. Pausa, tequila, eructo, fumada. Yo la verdad ya me había envuelto en su rollo, así que igualé sus maneras: trago, fumada, eructo por vía alterna, y tras acomodarme en el asiento, solo atiné a preguntar “¿Y luego?”. Me miró a los ojos: “Pues qué le cuento, el cuate ese era el ministro de hacienda. Al otro día nos localizaron los de la secreta y nos llevaron a su oficina. Como no sabíamos ni qué pasaba, pues andábamos bien siscados. Pero una vez que nos dimos color de la situación, pues pura alegría, pa’pronto nos nombró parte de su escolta, nos dio un buen de sueldo y, ahora sí, pura vida. La vida, muchacho, siempre te está dando sorpresas, siempre te abre puertas, siempre te pone a alguien enfrente. La magia aquí es que sepas reconocer estas cosas. Suerte le decimos, pero es un plan. Eres joven, pero ya aprenderás a ver estas cosas”. Por alguna razón a nadie parecía molestarle el humo del cigarrillo, ni el volumen de nuestras voces. Fui ahora yo quien controlaba el mini pomo, y mientras me abastecía, Zandalio continuo:
“Trabajando con el ministro fue donde conocí a la madre de mis 5 criaturas. Quien diga que no existe el amor a primera vista ta’equivocado mi’jo”. A esas alturas el tequila hacía lo suyo y me podría haber dicho mi rey y yo me hubiera soltado dando dispensas. “Yo te juro que la vi y supe que esa era la buena. Y así fue, la cortejé con muchos trabajos, pues era un huesito duro de pelar, pero al final me dio el si. Fueron muchos años de feliz matrimonio. Bueno, hubo pleitos y todo, pero si lo juntas fue más lo bueno que lo malo. Y pos llegaron los hijos, crecieron y se empezaron a ir de casa. Yo para esto me había hecho cargo de mis hermanos y madre. Y todo eso te distrae, lleno de trabajo y responsabilidades, se me pasaba el tiempo. Creo que debí de haber hablado más con ellos, con mis hijos. Debí de haberles dicho todo lo que sentía, sin dejar nada adentro”. Controlada como tenía la botellita, me la acabé de un trago y sin darme cuenta de mi egoísmo, me encogí de hombros, gesto que no pasó desapercibido por Zandalio. Tras sonreír (su sonrisa ya no parecía tan desagradable) sacó una botellita nueva y sellada. Rompió el sello de la nueva botella y nos dedicamos a beber. Encendimos cigarrillos y después de un silencio llevadero, dije: “Zandalio, todavía estás a tiempo. Puedes hablar con tus hijos. Hay tiempo para decirles lo que se quedó en el aire. Es más, para eso te subiste hoy a este camión”. Creo haber visto una lágrima en el rostro surcado de arrugas de aquel hombre que sólo se limitó a asentir con la cabeza. Continué: “Ya ves, estás bien. A mi me hubiese gustado que mi padre y yo tuviéramos una oportunidad como la que se te presenta a ti, mas ya no es posible”. Un nudo en la garganta me paralizó, sólo alcancé a decir: “Esto que estas haciendo, me hubiera gustado que lo hiciera mi padre”. De nuevo un trago, y quizá una lágrima de mi parte. “Estás bien Zandalio, estás bien”. El silencio se prolongó un rato, y tras el paso de aquel nudo surgió la duda, por lo que pregunté: “Oye Zandalio, y si tan bien te iba, me vas a disculpar, ¿Cómo es que terminaste tan jodido?”. El sólo soltó una risa corta para después responder: “No lo sé, quizás fue la vida, quizás todo lo que te conté fue un sueño”. Di un trago a la botella y me di cuenta que casi se había acabado. Vi a mi compañero de viaje, que en vez de enojarse, se sonrió y de nuevo encogiéndose de hombros dijo: “Siempre quise tener una borrachera con mi hijo”. Esto fue lo último que escuché antes de empezarme a quedar totalmente dormido. El buen Zandalio me aventó un sarape encima y sin problemas me sumergí profundamente en la oscuridad.
Apenas noté que el camión se detenía. Mi cabeza daba vueltas pero por algún extraño motivo no sentía la resaca típica del abuso del tequila. Mi amigo de viaje ya no ocupaba su asiento a mi lado. Alcancé a verlo caminando por el pasillo entre la gente que se agolpaba para bajar. Volteó su cabeza y clavando su mirada en mi, dijo en voz alta, para que resaltara entre el barullo de la llegada a aquel destino incierto: “Me siento orgulloso de ti”. En mi mareo sui géneris alcancé a notar que ya no era aquel viejo que subió en Monclova el que me hablaba. Era mi padre. Quise moverme pero no pude. No estaba seguro si lo que vi y escuché eran parte del sueño, y antes de que pudiera reaccionar de otra manera, el camión arrancó con su tracalada a la que me había acostumbrado, y lo vi perderse monte adentro en la incipiente madrugada.

jueves, agosto 16, 2012

Bajo la Lluvia

Hoy solamente quiero compartir con ustedes, uno de tantos cuentos que he escrito.

Y te vi bailar bajo la lluvia/y saltar sobre un charco de estrellas/te vi bailar bajo la lluvia/esperando la luna llena.
(Quique González/Bajo la lluvia)


Bajo la lluvia

Cualquiera puede decir que Eduardo es un joven afortunado. Estudia en una Universidad privada y de mucho prestigio. Sus calificaciones son excelentes. Es capitán de la selección de fútbol de la escuela y, además, bien parecido. Sin embargo Eduardo cambiaría todo lo anterior por algo que aparentemente le resultaría simple de encontrar dadas sus circunstancias: el amor de una chica que lo amara por lo que realmente es, y no por aquello que representa.
Es de tarde y las luces de los arbotantes de la calle se han encendido. Todavía con el sabor en la boca a triunfo tras ganar el campeonato, se desplaza Eduardo a bordo de su Ford Mustang que le han regalado sus padres, y se dirige a la barra donde el equipo quedó de verse para celebrar el triunfo: un local estilo Irlandés no muy lejos del campus. Al llegar ya lo están esperando sus “brothers” José Manuel y Álvaro, que quienes al verlo rompieron en un parloteo jugoso sobre el resultado del juego, todas las adversidades superadas, aderezado con sendas jarras de cerveza que apuraron con singular alegría. Inmediatamente notaron los amigos de Eduardo que su mente estaba lejos, ausente aunque alegre, no lograban contagiarlo.
–¿Y ahora tú qué tienes, andas ido?– le preguntó José Manuel sin dejar de masticar cacahuates. Eduardo le sonrió, y Álvaro añadió –Este anda otra vez en esa onda querer encontrar a la “vieja de los ojos azules” y no sé qué más. Ya ni la amuelas Lalo, nada más mira a tu alrededor, hay un trancazo de chiquitas mamás dispuestas a sacarte… a pasear, nada más está de que les dediques una sonrisita mi amigo, y créeme que ni te vas a fijar en el color de ojos–.
Aprovechando que Álvaro le daba un trago a su cerveza y que Eduardo nada más no decía palabra alguna, José Manuel le replicó a Álvaro: –Y ahorita vas a empezar con la regla de los tres segundos y tus otras babosadas, eres un puerco–. –Si jalan, ¿qué no?– interrumpió Álvaro, pero José Manuel retomó la palabra antes de que el otro empezara a “rebuznar” de nuevo. –Sí jalan, pero no es lo que Lalo busca, no todos somos animales de granja como tú. Hay quienes tenemos sentimientos, nos enamoramos, no todo es apretar y pujar–.
Álvaro arqueó las cejas diciendo –Ubíquense, par de reses, estamos en la universidad, somos jóvenes y nos espera una vida de responsabilidades; vamos aprovechando el momento, que después ya Dios dirá. Yo por lo pronto voy por otra jarra de “cheve”, mis amigos, a ver si en el camino me encuentro y les encuentro compañía–.
Apenas Álvaro se alejaba, por fin Eduardo abrió la boca y le dijo a José Manuel: –Sabes, mi buen, por un lado creo que Álvaro tiene razón, hay que aprovechar para divertirnos, que debemos sacar ventaja de nuestra edad y situación. Pero por otro lado no puedo evitar querer encontrar a una mujer a la que pueda verdaderamente amar, y se que tú sí me entiendes. No digo que aquel esté tonto, sólo que piensa más como los demás y menos como nosotros. Me cuesta involucrarme con alguien sin que haya amor de por medio, y he ahí la razón por la que no me involucro–. José Manuel se le quedó viendo y entendiendo a su amigo, pero al mismo tiempo pensando que no era para él esa forma de tomar las cosas, tal y como lo hace su amigo Eduardo. Álvaro llegó por sus espaldas y casi los baña de cerveza.
Álvaro palmeó el hombro de su amigo. –Ya te oí, ya te oí. Ese es tu problema, quieres encontrar a alguien y automáticamente involucrarte… y eso sólo se logra buscando. Las mujeres que valen la pena no aparecen así como así, mi amigo, hay que salir y buscar, y buscar, y buscar–. José Manuel le hizo un gesto para que le pasara la jarra: –Ya andas borracho Álvaro, mejor siéntate antes de que nos vacíes la jarra encima–. El tema de conversación se desvió, y como siempre los tres amigos, entre tarro y tarro, comenzaron a componer el mundo.
La noche pasaba rápida y la cerveza corría alegremente en un local atiborrado de jóvenes que coreaban las canciones de moda. José Manuel y Álvaro seguían atropellándose para hablar prendidos del tarro o directamente de la jarra. Eduardo seguía fuera de lugar. Sólo había tomado un par de tarros y volvía a encerrarse en sus pensamientos. Al parecer a sus amigos se les hacia corta la noche para embriagarse, pero para Eduardo la noche se estaba haciendo mas larga que de costumbre. Algo le estaba pasando. Debería sentirse alegre, debería estar festejando, pero no era así. Esa noche algo era diferente pero no atinaba a dilucidar en qué se diferenciaba de otras noches. Decidió, pues, abandonar sus pensamientos e imitar lo que sus amigos estaban haciendo, beber como cosacos y pasarla bien, hablar cosas ligeras y recordar buenos momentos. La noche siguió su curso, bañada de anécdotas, cerveza y canciones. Eduardo consultó su reloj y se sorprendió de la rapidez con la que había corrido el tiempo, que antes apenas se movía, y ahora avanzaba a gran velocidad. Tras dar un último trago a su cerveza, se despidió de sus amigos pagando su parte proporcional de la cuenta.
–A dónde Lalo, la noche es larga, la cerveza es mucha, y la vida es muy corta– exclamó Álvaro evidentemente rebasado por los efectos de la cerveza; José Manuel palmeó el hombro de su amigo y le dijo –No le hagas caso, ya ves como se pone el animalito cuando toma; si quieres te llevamos, porque tú ya andas hasta atrás compañero–. Eduardo tomó las llaves del carro de José Manuel de encima de la mesa y le contestó: –Los que andan hasta las manitas son ustedes… y andan en tu carro, ¿verdad?– dijo dirigiéndose a José Manuel. –Me llevo tus llaves, y pidan un taxi, se las devuelvo cuando estén sobrios, es decir, hasta mañana–. Álvaro inmediatamente respondió: –no la friegues, en taxi, y qué tal si encontramos hoy nenas dispuestas, vas arruinar nuestro estilo… en taxi…–. No estando dispuesto a alegar, Eduardo dio media vuelta agitando su mano en señal de despedida y salió del local, sabiendo que ellos harían lo mismo por él en caso de que fuera necesario.
Había empezado a llover, ¿en qué momento? Eduardo no lo sabía, habían pasado horas sin sentir lo que sucedía afuera, pero el hecho era que llovía y mucho. Quizás por ese hecho la calle estaba vacía. Aunque no hacía mucho sentido en un área de bares, cerca de la universidad, y menos siendo fin de semana. Sin embargo las calles estaban casi desiertas. Desde la entrada del bar Eduardo vio una sombra de repente, sin saber de donde había venido, y la sombra tomó forma de mujer en un instante, y ahora ahí estaba bajo su paraguas protegiéndose de la lluvia. Conforme fue descubriendo su rostro se dio cuenta que era una muchacha guapa, empezaba a mojarse, con el cabello sobre la cara por la carrera que acababa de pegar. En eso, el cabello dejó al descubierto la mirada de ella y Eduardo se sorprendió de esos ojazos de un azul indescriptible, como nunca los había visto antes. Sumergido estaba contemplando esa suave mirada que tardó en darse cuenta que estaban protegiéndose juntos de la lluvia, sin caminar. El sostenía el paraguas y ella le sonreía. Se sintió indefenso, sin palabras por emitir, y para no pasar como un idiota dijo: –Disculpa, ¿esperas a alguien?–. Ella contestó sin dejar de sonreír: –No, en realidad suelo caminar por la lluvia y mojarme hasta el amanecer–.
Continuó sonriendo y Eduardo no logró discernir la broma que le decía aquella chica salida de la nada y que ahora no podía despegarla de su mirada. –¿Cómo dices?– le preguntó con cautela pues ahora parecía que el efecto de lo que había bebido se multiplicaba y no lo dejaba concentrarse. Ella le tendió la mano diciendo: –Hola, soy Ángela y no, no suelo mojarme en la lluvia hasta el amanecer, tampoco estoy esperando a alguien. Busco un taxi, no hay un alma en las calles–.
–¿Puedo acompañarte mientras encuentras tu taxi? Está lloviendo demasiado y con gusto comparto mi paraguas contigo– dijo finalmente Eduardo, recobrando la confianza. –Te agradezco que me lo ofrezcas, ¿no te retraso?– le preguntó ella sin dejar de sonreír. Eduardo medio secó su mano en el pantalón, y estrechó la de ella para encaminarla hacia la acera más próxima. Su mano era suave y agradablemente tibia, y entonces un delicado aroma floral invadió los sentidos de Eduardo, quien sólo atino a pensar: “esto es magia, pura y simple magia, si no cómo puedo percibir ese olor con esta lluvia”. –Y tú, ¿cómo te llamas?– preguntó Ángela sacándolo de su embeleso. –Eduardo, me llamo Eduardo. Discúlpame, pero me ha sorprendido que llegaras sin saber de dónde exactamente, y luego, tus ojos, tus ojos preciosos, me han… deslumbrado–.
–Gracias– contestó ella dejándose conducir hacia donde el edificio del bar protegía un poco a la pareja de la insistente lluvia.
–Entiendo que subir al carro de un desconocido no es precisamente lo que se recomienda en estos casos, pero si quieres, te acompaño al bar y así puedes pedir un…– iba diciendo Eduardo, pero ella lo interrumpió: –No, está bien, si tienes tu carro cerca puedes llevarme, por favor–, y entonces ella rio y su risa se escuchó tan llena de vida como el agua que nutría la tierra. Durante el camino, que se prolongó más de lo normal, platicaron como si se conocieran desde años atrás. Quedaron de verse al siguiente día para comer juntos después de clases.
El pequeño miró con verdadera curiosidad a su abuelo repitiendo: –¿Y luego qué paso después “abue”, qué pasó después?–.
El abuelo buscó la mirada de su hijo, quien observaba la escena y le sonreía. El padre del pequeño inquisidor le dijo al niño: –Después no pasó un solo día sin que ese muchacho se perdiera en el hermoso azul de esa mirada que te ha platicado tu abuelo–.
Guardaron silencio los tres unos segundos, y luego el chiquillo bajó de un brinco del balancín diciendo: –No me gustó el cuento, ya tengo hambre, voy con mami– y arrancó corriendo al interior de la casa. Los dos hombres contemplaron en silencio como iba cayendo el sol tras las copas de los árboles, luego el hijo le dijo a su padre: –En realidad la amaste mucho papá–.
–Desde el primer momento en que la vi, hasta el día en el que simplemente se quedo dormida–, contestó el anciano, cerrando los ojos e inundando su mente de aquel color azul que nunca volvió a ver en los ojos de persona alguna, una vez de que Ángela había partido.

Y de la nada, empezó a llover.



jueves, agosto 09, 2012

la de los jueves 9 Agosto 2012

The lunatic is on the grass / the lunatic is on the grass / Remembering games and daisy chains and laughs / Got to keep the loonies on the path. (Roger Waters / Brain Damage)

Un pueblo sin educación está jodido. Un pueblo a medio educar, está mucho más jodido porque, según la teoría fundamentalista del PRI que rigió al país desde 1929 hasta el 2000, el estar informado a medias crea caos. Pero un pueblo educado, culto, estará a la vanguardia, o por lo menos a la par de otros pueblos educados y cultos. Digo, es sentido común, no es una compleja ecuación matemática, ni la interpretación a nivel molecular y atómico-estructural de la materia. Y hablo de la educación porque Rubén, el hermano del ex gobernador de Coahuila de los Moreira, antes de Zaragoza, y que por la “voluntad” del respetable, ahora es gobernador de este lindo estado, declaró sin limpiarse antes la boca, que este será el sexenio de la educación. Y créanme, me suena la frasecilla, me parece que quien le pasó la estafeta dijo lo mismo. No vayamos a profundidades en eso porque se me revuelve el estómago… sigamos pues. Un hecho innegable en nuestro país es que hay que mantener al pueblo IG NO RAN TE, en la medida de lo posible, y que no se vea tan descarado.

Y hablando de nuestro hermoso estado, Coahuila (sin apellido), al que llevo en mi corazón y llevaré por siempre, hay algo que quiero decirles. Ahí les voy. En mi alcohólica óptica, no veo porqué se han de construir más centros educativos. Total señores, las autoridades dejaron crecer las ciudades a lo güey (me resbalé, es a lo “weee”) y las escuelas quedaron desparramadas sin ton, ni son. “Programando” el crecimiento de la ciudad, los centros educativos les valieron caca de perro en banqueta de vecino. Claro que una respuesta lógica sería que por eso han construido centros de educación hacia donde los “ranchos” crecen; no la jodan, o hacen obra para crecer las instalaciones ya existentes, o bien, cierran y construyen nuevas instalaciones donde el crecimiento de la ciudad manda. Pero no vuelvan a desperdiciar el dinero construyendo aulas que bien podrían ser bodegas comerciales. Se requiere de instalaciones pensadas en personas, personitas vamos. Carajo, son obras de esas que se ven, de las que les encantan a los políticos, ¿porqué no las hacen adecuadas a las que se merecen los hijos de Coahuila?

Luego viene el asunto de los maestros, y aquí si tengo que poner una rodilla en el suelo y agradecer a todos aquellos que son maestros POR VOCACIÓN, aquellos que se preocupan por el niño o adolescente y revisan las tareas, hacen que el grupo arrastre a los que se van quedando, encargan trabajos de investigación que luego ellos leen con apasionamiento para juzgar de la mejor manera, hablan con los padres de familia para involucrarlos en el proceso, claro, dependiendo de la etapa de los chamacos. Gracias por los maestros que no consideran a sus alumnos “just another brick in the wall”. Y al igual que con las instalaciones, no es asunto de poner más cardumen docente. El asunto es que los maestros sean de “a devis”, gente que sangre por educar y no que al educar sangren a los pobres incautos que caen en sus garras, y no que al educar sangren el patrimonio de un país al aplicar sus “técnicas” llenas de problemas y prejuicios.

Pues digamos que ya están los centros educativos con profesores, laboratorios, computadoras con WWW (nada que ver con la lucha libre, eh!), libros electrónicos y medios para leerlos, instalaciones deportivas y culturales. Digamos que ya está lista mi utopía educativa en pleno Piedras Negras. Oye qué bonito suena, hasta se pone uno “chinito” (¿apoco los chinos tendrán la piel de gallina recién pasada por agua hirviendo?). Ahora, ¿como arrimamos a los chamacos?

Bueno, tumbemos algunas vacas sagradas en este tema. Para el transporte, olvídense por favor de su “mágica” fórmula de descuentos en el transporte público. Qué pobreza de criterio. Qué solución tan aguardientosa. Es la megajalada más grande del tercer mundo educativo. Ya va siendo hora de arrimar a los alumnos a los centros educativos a través de nuestros impuestos, ¿o qué nuestros impuestos son tan poquitos? (tenencias, ISR, IETU, ISPT, IVA, IEPS, ISAN e IDE). El transporte escolar debe de ser gratuito y no una concesión a particulares de donde se alimentan unos cuantos (iba a escribir se maman, pero de lengua me como un taco y luego me quedo mudo). Es tiempo de que existan opciones, equitativas, si alguien no tiene cómo moverse de casa a su centro educativo, se inscribe al transporte correspondiente y punto, ya está. Que las familias dejen de pagar por transporte, vamos a ponérselas fácil a los chavos; por el bien de la educación, por el bien de Coahuila y la nación. Descuentos en el transporte público… por favor, es algo que ya se da por dado en cualquier país civilizado del mundo. Qué bárbaros nuestros funcionarios mediocres, ya ni la hacen... Y hablar de la alimentación en los centros educativos me llevaría a largas discusiones porque no falta quien quiera exculpar a los hermanos Moreira alegando que los desayunos “de la gente” los exime de toda falta. No mamen.

Oscar, hoy te toca a ti, podemos ser punta de lanza y dar ejemplo; sería un orgullo escuchar decir: Piedras Negras, cuna del verdadero cambio, “benchmark” de las reformas en educación. Ojalá canijo, ojalá.

Pero qué digo, es jueves y la falta de alcohol me hace ver distorsionadas las cosas. Ya no distingo la realidad de la fantasía y se entremezclan los hechos y los sueños, quimeras y utopías. En México, la educación está de lujo… o es un lujo… no entiendo bien. Todos los maestros tienen el nivel que la NASA requiere y se los pelean por sus excelentes calificaciones… o ellos pelean porque no quieren que los califiquen… no lo entiendo bien. Elba Esther será la “primera institutriz” del país y se le ha encomendado la educación de “Henrruchito” Peña Nieto, y ya hay quienes dicen que debiera ser canonizada… o “Henrruchito” hará el “primer quinazo” con Elba Esther, al estilo Salinas, ya hay quienes dicen que debiera ser encarcelada… no lo entiendo bien. Definitivamente me faltan unas cheves y buena música que penetre por mi canal auditivo y haga vibrar mi tímpano hasta que el nervio auditivo transforme dichas vibraciones en placenteros sonidos… si quieren nos vemos mas tarde en www.radioelite.com (en Generación 62).

And if the dam breaks open many years too soon/And if there no room upon the hill / And if your head explodes with dark forebodings too / I’ll see you on the dark side of the moon. (Roger Waters/Brain Damage)

PD. Me encantaría ver a muchos gobernadores, ex gobernadores, alcaldes, ex alcaldes, diputados, ex diputados, senadores, ex senadores, funcionarios, ex funcionarios, empresarios, ex empresarios, policías, ex policías, banqueros y ex banqueros, en el “bote”, y con sus bienes mal habidos incautados… ¿A ustedes no?


jueves, agosto 02, 2012

la de los jueves 2 Agosto 2012

Ven, canta, sueña cantando / vive soñando el nuevo sol / En que los hombres / volverán a ser hermanos.
(Miguel Ríos / Himno a la alegría)

Cada vez que se inician las olimpiadas viene a mi cabeza esta rolita de Miguel Ríos, una adaptación del último movimiento de la novena sinfonía de Beethoven, arreglada y dirigida por el argentino Waldo de los Ríos. (Wikipedia). Hasta 1979 mi preadolescente cabeza pensaba que esa era la realidad de los juegos olímpicos, que los hombres dejaban sus diferencias, los gobiernos hacían a un lado sus dogmas y que el mundo se unía en una celebración sin mancha, donde ganaban los mejor preparados. Poco intuía yo de la magnitud de lo acontecido en Berlín 36 o Múnich 72, era muy niño, muy inocente. Recuerdo que antes de las olimpiadas de Moscú 80, pedí de regalo de Navidad una bici de carreras de 10 velocidades, pues mi sueño era participar en las olimpiadas, ganar el oro olímpico y ver mi bandera ondear en lo alto, cantar el himno con el corazón en la garganta dejando que las lágrimas fluyeran y después lanzar a grito abierto una sola palabra: MÉXICO.

Pero todo quedo ahí, en un sueño. Los primos del norte boicotearon las olimpiadas y luego nos jodieron en la caminata. Nosotros, los del norte de Coahuila, por lo menos tuvimos la suerte de contar con un representante nigropentense: Víctor Manuel Ruiz Limones (a ver, a ver… ¿Se recuerda a los participantes o sólo a los ganadores de las escasísimas medallas?). Luego vino Los Ángeles 84, y fueron los rojos quien se cobraron el desmadrito de 1980 boicoteando los juegos. Mi burbuja idealista se fue por el caño, y a mis 20 años, pedí a Dios con toda mi Fe, que se incluyera como deporte oficial el levantamiento de tarro y la poco comprendida ingesta de cheve, en las que yo ya empezaba a destacar, pero no, es cosa que hasta hoy aún no sucede (se me hace que no lo he pedido con verdadera Fe).

Pero henos aquí, 2012 y los juegos ya están en marcha (en la tierra de los ancestros de la “Osa” Westrup). Todos tenemos la esperanza que nuestros “turist-atletas” hagan algo y que nuestra bandera se muestre en lo alto, orgullosa, magnifica. Bueno, soñar es gratis, ¿qué no?. Sería muy importante saber si los amos de la Comisión Nacional del Deporte, y del Comité Olímpico Mexicano, viajaron en petit comité; o si, como es su “costumbre histórica”, agarraron y cargaron hasta con el perico, con vacaciones familiares incluidas, digo, pa’aprovechar el evento. Ojalá y alguien se encargue de ventanear a estos mafiosos del deporte nacional. Por desgracia, yo no puede ir, y esa iba a ser mi principal tarea.

Y bueno, como hay circo en la TV, todo el cardumen anda requete emocionado viendo cómo nos va, y lo que sucedió en las elecciones puede esperar hasta el cierre de las olimpiadas. Aguas mis pececillos piroclásticos, no vaya a ser que por estar “apentontados” en los jueguitos, el Tribunal Federal Electorero agarre en “fast track” todo el desmadrito que trae entre manos y cuando menos nos demos cuenta ya le entregaron “el acta de mayoría” a Quiquín Peña Nieto. No vayan después a quejarse, que por estar distraídos, ni un besito nos dieron antes del cosummatum est.

Algo me hace pensar que bajo el mar en calma, cual espejo azul donde el sol se acicala, hay corrientes turbulentas que aprovecharan la distracción, para hacer los enjuagues acostumbrados donde muy pocos ganan, y ganan mucho.

Por esta razón apoyo la propuesta del “Peje” de un interinato, que seguramente recaería en un tricolor, y sería interesante ver cómo nos va con los PRIstas por unos tantos cuantos meses; a ver si como hablan cumplen. Hoy tienen las soluciones a TODO, y jamás las aplicaron en……bueno, la historia ya la conocen.

Jueves, Oh día de esparcimiento que puede anunciar un fin de semana de descanso o de friega normal; yo les sugiero que si les es posible se junten con los amigos, o hagan una reunión con su compadres; o hagan lo que se les pegue la gana. Pero no dejen de comentar que he vuelto.

Before you accuse me take a look at yourself / before you accuse me take a look at yourself /
You say I’ve been spending my money on another women / You’ve been taking money from someone else. (Eric “slowhand” Clapton/Before you accuse me)

P.D. Quique (si es que quedas), el Maestro Dehesa, aún reclama justicia. Dudo que tengas los “tamaños” para realizarla.
P.D. (reloaded) Y, quibo? Las cartas con olor a ron, las aventuras, y un mar de sinsabores, no llegan? O no'mas hacemos como que la Virgen nos habla.