jueves, octubre 11, 2012

Resaca (2ª Parte y Final)

Resaca, segunda parte y final


El bastón del golf cayó de la mano de Rafa y su rostro palideció. –¿No estarás hablando en serio, verdad? No, definitivamente no puedes estar… ¿eres Luca, verdad? No puedes estar hablando en serio… aún soy joven. Hay muchas cosas que me faltan por hacer. Yo tengo…–. El ángel lo interrumpió diciendo –Rafael, estoy hablando muy en serio, y no, ya no eres un joven, tienes 48 años, pero gracias a los excesos tu organismo se siente como de 70 años. Y si, por lo regular al momento de partir quedan muchas cosas sin hacer, muchas palabras sin decir, muchos abrazos sin dar, muchos perdones sin conceder, mucho amor sin entregar. Pero qué te puedo decir, todos los días ahí estaba yo, hablándote al oído, y tú siempre me oíste, pero nunca me escuchaste. Bueno, todo aquello pendiente, que quisiste hacer pero no hiciste quedará en una simple intención. Existen trillones y trillones de cosas que quedan en simple intención, esa es la verdad. Porque tú, como todos los humanos, creen que son eternos, hasta que llega su ángel por ustedes y en ese momento se dan cuenta que es hora de cambiar sus fichas, que la partida terminó, pero ¡oh sorpresa!, no hay fichas qué cambiar, y el tallador del casino…–, el ángel se puso de pie y como si viera una cámara en el techo hizo unos movimientos de manos, los usuales de cualquier tallador de cartas al terminar su turno, –el tallador del casino sólo dice como despedida: buena suerte señor–. Y de nuevo se dejó caer en el sillón. Rafa tomó asiento lentamente, al lado de su ángel, y mientras balbuceaba, tratando de decir algo, el ángel continuó: –Recordaste mi nombre, milagro–. Luca extendió su mano hacia Rafa, y este la estrechó de manera automática. Luca continuó hablando: –Tal vez recuerdas qué forma tan simpática balbuceabas mi nombre cuando pequeño. No sabes cómo añoro los días en que, cuando bebé, platicábamos por horas y como sonreías siempre. Extraño cómo te asombraban los diarios descubrimientos de esa etapa. Extraño cómo jugábamos juntos, siendo yo el amigo imaginario que muchos niños dicen tener. Y como sucede siempre, empezaste a crecer y poco a poco perdiste la capacidad de asombro, poco a poco se fuiste separando de mi hasta convertirme en una idea romántica–. Luca dejó escapar un suspiro: –Extraño mucho cuando después de rezar al lado de tu madre la oración que nuestro Padre nos enseñó, rezabas: ángel de mi guarda, mi dulce “compamía” no me desampares, ni de noche ni de día, porque soy chiquito y me perdería”–. En ese momento Rafa salió de su trance: –¿De verdad voy a morir?–. Un dolor agudo en el pecho le hizo llevar su mano derecha hacia la izquierda de su pecho. –Así es que voy a morir de un ataque al corazón, ¿verdad?– preguntó Rafa cuyo semblante palidecía conforme transcurrían los minutos. Luca contestó con calma, mientras se ponía de pie y se dirigía hacia el ventanal de la sala: –De hecho vas a morir de un colapso masivo de tu organismo, sientes que es un paro cardiaco, pero no, en realidad tu hígado ha colapsado pues un tapón de grasa está por bloquear el flujo de sangre a tu cerebro. Y sí, al final tu corazón va a reventar, literalmente reventar. Créeme, son pocos los que logran descomponer a tal grado lo que muchas veces llamaste una obra de ingeniería perfecta, y lo que Dios llama su imagen y semejanza. Pero bueno, tienes dos minutos para respuestas. Vine para llevarte y después me tocan vacaciones antes de que nos encontremos en otro plano para ayudarte a establecerte sin el mazacote de tejidos y fluidos que ahora te hacen ser tú–. Con paso lento Luca se puso frente a Rafa y sentándose en la mesa de centro continuó: –Y bien, ¿alguna pregunta?–. Rafa negó con un movimiento de su cabeza y se puso de pie para caminar hasta la barra de la cocina donde había una extensión telefónica y comenzó a marcar.
Luca le dijo: –Sólo tienes dos minutos–. Mientras se establecía la comunicación, Rafa habló. –Tengo que despedirme de mis hijas, de mi esposa–. Luca interrumpió: –Ex esposa querrás decir–. Haciendo caso omiso, Rafa continuó: –Dios mío, ¿qué les voy a decir? No sé qué decirles–, y colgó el teléfono para preguntar: –¿Qué va a ser de ellas sin mí?–.
Luca como respuesta se encogió de hombros y se puso de pie para caminar hacia el pequeño bar y tomar un puño de cacahuates. Rafa le preguntó: –El que estés aquí quiere decir que voy a ir al cielo?–. Luca que comía despreocupado los cacahuates le contestó: –Eso no te lo puedo decir. Mira, mi tarea es llevarte a lo que es una antesala del lugar final, ahí tendrás la oportunidad de hacer una revisión de lo que fue tu vida y tú mismo sabrás para donde tienes que ir. Y antes de que me lo preguntes te lo anticipo: si hay infierno–. Rafa pidió: –Descríbemelo por favor–. Luca termino sus cacahuates y frotándose las manos para limpiarse comenzó a decir: –Para empezar no tiene fuego. No hay demonios torturando y el ángel caído es un tipo perverso. De hecho el clima siempre es perfecto. Se tienen muchas cosas materiales, todo en demasía; mi opinión personal es que no hay lugar más aburrido que el infierno, todos tienen de todo en exceso y por la eternidad muchos siguen vacíos por dentro. Algo maravilloso de este asunto es que el libre albedrío sigue existiendo, sigue siendo prerrogativa humana, y cuando se dan cuenta de ese vacío es cuando empieza su verdadera desgracia. En realidad son pocos los que llegan a darse cuenta de ello, y siempre tendrán la opción de acercarse al Creador y él los acoge en su casa de inmediato–. Rafa tenía los ojos entrecerrados y las manos apoyadas en la barra, la cabeza inclinada hacia su pecho, y deleitándose de esa descripción, y ya pensando en su siguiente pregunta: –Y el cielo, ¿cómo es?–. Luca se acercó a su lado y pasando el brazo derecho sobre los hombros de Rafa, contestó: –El cielo es un lugar hermoso, te levantas escuchando al creador a través de sus creaciones en un concierto de sonidos, colores, olores y sensaciones más allá de lo humanamente posible, y las noches se encargan de arrullarte, y los días cantan lluvias y copos de nieve. Tu mente siempre está aprendiendo, el alimento viaja de ida y vuelta emborrachando todos los sentidos. Como te lo había comentado ya, en el cielo conservas tu libre albedrío, la diferencia es que yo ya no estaré para aconsejarte, pues te encuentras disfrutando del amor de Dios en un estado de gracia de tal forma que todas tus decisiones son puras y hermosas… es por eso que ahí ya no me necesitas–. Rafa sabía que no quedaba mucho tiempo, así que sólo hizo una última pregunta: –¿Y porqué tu eres el que viene por mí, y no mi padre o alguno de mis abuelos?–. Luca tomó un cigarro de una cajetilla tirada en el suelo de la cocina, y tras encenderlo en la estufa, y darle una fumada dijo: –Aahhh! Hacía mucho tiempo que no probaba uno de estos… déjame contestar tu pregunta. Cuando estás disfrutando de la bondad y amor infinito de Dios te sientes como cuando te enamoras la primera vez en tu etapa de humano sobre la Tierra, sólo que multiplicado por infinitas sensaciones a las que antes no tenías acceso. Es tarea de nosotros, los ángeles guardianes, llevar a las almas a su próxima etapa. Todos aquellos que te amaron y a los que tu amaste, te están esperando a lo largo del camino, no te preocupes, los verás a todos y cada uno de ellos. Bueno Rafa, ya es hora–.
El mortal sintió como si lo hubieran golpeado en la cabeza con un tubo relleno de concreto. Un terrible dolor en su costado lo hizo doblarse y cayó al piso de rodillas. Segundos antes de desplomarse por completo en el suelo, sólo alcanzó a murmurar: –Perdóname Señor–. Sintió las manos de Luca rozándole la frente y llegó la oscuridad.

Una luz brillante golpeó los ojos de Rafa, que lentamente se incorporó de la cama. Semi cegado pudo escuchar el sonido del mar y el ruido de voces. Tenía la boca pastosa y estaba cubierto en sudor. Sentía un leve dolor de cabeza y tremenda sed. Desorientado se puso de pie con los ojos entrecerrados encontró la puerta de salida de aquella habitación, y para su fortuna sobre a la barra de una cocineta encontró una botella de agua bajo la cual estaba una nota. Apuró el contenido de la botella, y con esfuerzos leyó la nota que decía: “Estoy con las niñas en la alberca, te esperamos”. De nueva cuenta se dirigió a la habitación y en el baño encontró las prendas que alguien había preparado previamente para él. Tras darse un ducha se vistió y tomando el ascensor se dirigió a la alberca. Antes de llegar pasó por una palapa que servía como bar, y al cruzar por un costado de la misma, escuchó una voz: –Rafa, vaya hora de despertar amigo–. Para su sorpresa ahí estaba Luca, en el mismo atuendo que recordaba y disfrutando de (¿la misma?) piña colada. Rafa asombrado se acercó a paso rápido, y situándose a un lado de Luca le preguntó: –¿Es esto el paraíso?–. Luca dio un sorbo a su piña colada (y tras un:¡Ah, que rico!), señalando hacia la alberca donde se encontraba su familia le contestó con otra pregunta;
–Dímelo tú amigo mio, ¿así lo crees? –. En la alberca, sus hijas y su esposa jugaban y reían. Rafa volteó de nuevo para ver a Luca, pero antes de que pudiera decir algo, este último le dijo: –Como te lo mencioné, tienes suerte. Has sido elegido. Me han instruido para revelarte el motivo de mi presencia en el mismo tiempo y en el mismo espacio que ocupas. Deja de desperdiciar tu vida en cosas insignificantes. Abraza el amor. Vive plenamente y entrégate sin reservas como si fuese el cada día el último día. Hoy estoy aquí sólo para decirte que todo ser humano vive para ser feliz y buscar hacer felices a los demás, es todo.–
Luca se puso de pie y dándole una palmada en le espalda comenzó a alejarse por el camino hacia el lobby del hotel. Rafa sonrió mientras algunas lágrimas asomaban ya por el borde de sus ojos. –¿Te volveré a ver?–. Luca levantó su mano en señal de despedida y si voltearlo a ver, Rafa escuchó que dijo mientras se alejaba: –Siempre estoy contigo, y ya ves, es muy fácil lograr escucharme. Ahora ve y abraza a tu familia. Recuerda lo que te dije de la felicidad y sobre hacer felices a los demás–.
Rafa comenzó a caminar hacia su familia y fue cuando sus hijas al verlo gritaron al mismo tiempo: ¡Papi!.








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