jueves, abril 24, 2008

la de los jueves 24 abril 2008

Anda por ahí, suelto y atroz, el animal que no se cansa de bramar que el petróleo es nuestro, que no se debe privatizar, que el petróleo, aunque se encuentre enterrado y nunca podamos gozar de él (por “errores del pasado”), simboliza la soberanía por la que lucharon nuestros antepasados, y para no dejar que tanto esfuerzo se vaya a perder en los anales de la historia (esfuerzo inútil, por cierto, porque al final de cuentas el país está quebrado y nunca se pudo “administrar la abundancia” del petróleo), entonces debemos estar agradecidos porque tenemos la suerte de contar entre nosotros a gente tan bestia como los del PRD (los que no son bestias en ese partido político, pues andan con los que sí lo son, revueltos, y el que entre lobos anda suele impregnarse del mismo olor) que para armar borlote se pintan solos, pero que no se trate de razonar o reflexionar tantito porque luego luego ponen su cara de “AMLO siendo entrevistado por Víctor Trujillo y negándose a contestar las 7 preguntas de primaria”, y actúan como desquiciados que no piensan en el futuro de su país. Yo ya estoy harto de escuchar la misma cantaleta una y otra vez. Mientras el retrógrado rumiante trata de justificar y perpetuar su existencia a través de invectivas y trastocando el flujo de nuestro ya de por sí lento progreso, en el Congreso de la Unión (mejor conocido como la cueva de Alí Babá y los seiscientos veintiocho ladrones) las sesiones se paralizaron, la discusión de los temas que en verdad nos atañen se detuvieron, las cosas para las cuales fueron contratados senadores y diputados no pueden hacerse, porque un atajo de imbéciles (trogloditas amarillos como su mentado “presidente electo”) tomaron la tribuna y secuestraron la ya muy profanada casa de nuestra democracia primitiva. Y ante estos hechos estamos nosotros, el apático pueblo de México, sumergidos en la eterna y cómoda filosofía de “mientras a mí no me afecte, me vale madres” (¿Que no te afecta guey? No creo que exista algo que esté afectando más tu futuro en este momento que este triste asunto). Con toda la vergüenza que soy capaz de sentir, con el bochorno que esto me causa, con la conciencia intranquila por la infelicidad que estamos heredando a nuestros hijos, con el ánimo a rastras y una cínica mueca en mi rostro que denota toda la impotencia que siento, les digo: pinches agachones que somos, por eso es que obtenemos lo que nos merecemos, ni más, ni menos.

Si bien el hidrocarburo en cuestión se extrae del subsuelo nacional y por lo tanto es mexicano, también es cierto que no es ni tuyo, lectora y lector amigo, y mucho menos mío. Digamos que el botín petrolero siempre se ha repartido entre todos los “representantes del pueblo” de muy arriba que han sido elegidos “por la mayoría relativa” (relative=familiar, mi compadre), y el resto se desparrama en programas sociales (dirigidos a los más pobres), subsidios de y por ineficiencias, servicios caros que como quiera nos cobran (¿para qué sirve el dinero que se recauda siempre junto con la tenencia bajo leyendas misteriosas que nadie entiende?), y en dotar a la burocracia con suficiente dinero como para que no estén poniendo gorro (he escuchado decir a algún político que “la raza siempre se conforma con las migajas, nomás cuida que no les falte… migajas, claro”). Hasta la fecha no he conocido a “hijo de vecina” que haya recibido jugoso o raquítico cheque por las ventas petroleras, como lo hacen en otros países, ni tampoco he visto aminorada ninguna carga por concepto de luz, agua, gas, tenencia, predial, isr, “u lo que sea”, por el bendito atole negro hecho de huesitos y plantitas prehistóricas. Entonces dejemos a un lado la jalada esa de que el petróleo es lo que dignifica nuestra soberanía. Si de verdad nuestros representantes quisieran enaltecer la soberanía de todos nosotros, de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos, no tendrían empacho en aceptar, haciendo gala de sentido común y patriotismo, que parte del tesoro enterrado se destinara a pagar a los que nos ayuden a sacarlo de donde se encuentra enterrado e inalcanzable. Una vez logrado esto, espero que esta vez sí aprendamos la lección y nos pongamos las pilas desde el principio y pensemos a futuro, en generar productos con valor agregado, y no volvernos a quedar en las ligas menores de los que sólo venden materias primas. Ojo con los combustibles ecológicos del futuro hechos de maíz o caña de azúcar, ojalá no nos quedemos sólo “milando”, y seamos capaces de entrar al nuevo milenio con productos de vanguardia ya que tenemos la materia prima en casa.

Yo creo que es verdad que ni el gobierno federal, ni la empresa PEMEX, tienen la liquidez y la tecnología para explotar los “posibles” yacimientos de petróleo que se encuentran en aguas mexicanas, cosa que los ratones amarillos no aceptan porque dicen que si se administrara diferente la empresa y dejara ésta de “reportarse” con tanto impuesto, si podría sola. Pienso que mienten los amarillos, porque desgraciadamente ya no es factible el escenario que ellos plantean. Tanto se ha degenerado este sistema que el gobierno colapsaría si dejara de recibir dinero de PEMEX, por un lado, y es utópico pensar que sólo el sindicato de trabajadores de PEMEX cambiaría para que la empresa logre la autonomía mientras el resto de la sociedad sigue en las mismas… sí, cómo no, se tendría que arreglar de fondo el problema de la corrupción en México primero, de los maestros, de los mineros, de los trabajadores al servicio del estado, de los policías, coyotes, fayuqueros, narcos, abogangsters, etc., antes de pensar que PEMEX fuera una empresa perfectamente autónoma y con beneficios. Es utópico pensar que los empleados de PEMEX se volverán honestos mientras que el resto del país seguimos sumidos en los lodos de la corrupción. Lo peor de todo es que un poco menos la mitad de los mexicanos le cree al PRD, es decir, bastantes, demasiados, tomando como estadística las elecciones presidenciales de 2006. No se dan cuenta que son carne de cañón político. No entienden que se suicidan y condenan a las futuras generaciones al defender tanta irracionalidad.

Entonces, si la verdad es que no se puede extraer el petróleo que supuestamente yace en el fondo del mar y sólo se requiere ir a sacarlo, ¿para qué nos hacemos “pendientes”? Es hora de pedir ayuda a quien tenga lo que nos hace falta para la labor en cuestión. ¿Eso significa vender al país? Para un grupo de ex-porros (ahora “respetables” diputados y senadores) sí. Quisiera que ellos me explicaran, como jijos de la tiznada van a sobrevivir cuando las reservas petroleras lleguen a cero y ya no se pueda presupuestar en función del atolito del subsuelo; porque son unos chingones para jugar con el precio del petróleo y mamarse el “excedente” del presupuesto y presumir como si esto fuera gracias a sus buenas prácticas negociadoras o propensiones milagrosas. ¿Será acaso que este apalancamiento petrolero es lo que sostiene en su lugar a tanto inepto y vende patrias, pues mientras haya excedentes hay migajas y la raza tranquila? Yo creo que sí.

Qué lástima que muchos “representantes” se aprovechen de la ignorancia del respetable para enajenar su cabeza con ideas de falso patriotismo y estúpido e infértil nacionalismo; en verdad qué poca madre de cabrones. Pero dejemos el petróleo a un lado, porque ya me estoy calentando (en mal plan, no en el plan “chabocho” que todos disfrutamos de vez en vez… ¡salud!).

Sé que esta semana les prometí la historia del “Cuate Altos” y su compañero de aventuras “Oscar Murimos”, pero las obligaciones no me permitieron ordenar mis ideas para la primera parte de este cuento, así que ahí se los debo.

Al inicio de esta semana, mientras esperaba que el topo saliera de su madriguera (o que “willy” fuera liberado, o que “el cachetón” escupiera “el puro”… ¿Se capta la idea verdad?) me puse a pensar que cualquier salario es oneroso cuando se le recibe por hacer nada, lo que me llevó a pensar que es una tragedia que una buena parte de los funcionarios de la actual administración local se encuentren en esta situación (¡tan sesuda conclusión ni Einstein, caramba!). Claro, algunos lo quieren justificar haciendo como que trabajan; otros colocan señales de alto a diestra y siniestra (y muy…); otros anuncian planes de limpieza que sólo se quedan en eso, en planes, en parálisis por análisis, en arteriosclerosis de ideas; otros dicen que nos van a proteger contra cualquier contingencia natural, lo cual nos pone a temblar pues una declaración tan sin fundamento sólo nos anuncia que no cesarán las tragedias en nuestra comunidad. El caso es que estos personajes siguen cobrando por hacer nada. Sé que a varios de estos inútiles les gustaría que dejara de escribir, y pues me van a disculpar, pero si quieren que deje de “molestarlos” lo mejor será que se pongan a trabajar en lugar de andársela mentando. Yo reitero mi completa disposición de diálogo, de reciprocar pensamientos, de conjuntar esfuerzos para lograr niveles superiores de desempeño. Cuando los “ofendidos” quieran me encantaría intercambiar ideas, porque eso denotaría madurez, tolerancia, buena fe, vamos, suficiente altura como para lograr consensos y que la gente trabaje en equipo para construir un mejor Piedras Negras (¿o qué? ¿pensaban que podían solucionar todo solitos, sin nosotros?). Cosa contraria he encontrado en estos improvisados interlocutores, pues sus tácticas incluyen las “habladas”, el “corre ve y dile”, y amenazas anónimas que denuncio por este medio. Espero que tengan los pantalones de ser ustedes, señores servidores públicos, los que me busquen si quisieran aclarar algo, para evidenciar lo equivocado que estoy, y con gusto lo publicaría en caso de encontrar un error en mis apreciaciones o imprecisiones de mis fuentes de información; en lugar de andarse escondiendo en el anonimato para hacer sus arteras intimidaciones.

Bueno, se llega otro jueves y con él otra botella de vodka más se cruzará en el camino; quizás de este encuentro se vacíe la botella, o no; quizás hoy sí podamos contar con la necesaria presencia de “peludino” y “la osa”, o quizás no. Bueno, si quieren encontrarme estaré en mi abrevadero favorito a partir de las 6 de la tarde. Soy Armando Castro reportando lo que piensa desde este lugar tan querido. Hasta la próxima.

Que tengan ustedes buen día y mejores noches.

PD. Socorro y Jose Luis, adelante, que para ustedes el término derrota no existe.

jueves, abril 10, 2008

la de los jueves 10 abril 2008

La semana pasada les conté una historia de la que no podemos sentirnos ajenos por completo, porque en la ruleta de la vida nadie sabe cuándo va uno a salir “premia’o”, en lo bueno o en lo malo. Por lo que siempre “buzos caperuzos” y a cuidarse, que hay descendencia que nos reclama vivos, activos, inteligentes (no soy ejemplo de nada: soy ejemplo de todo).

El día de hoy quiero dejar a un lado los temas sensibles, los que mueven el corazón, los sentimientos a un lado porque de no ser así, den por seguro que rompo en llanto, aviento este armatoste a un lado, cancelo “la de los jueves” (brincos darían algunos, claro) y me corto las venas con galletas “Marías”. Y es que mucho me pasa y mucho me afecta en estos días, y mi hipersensibilidad hacia lo que duele, lo que lastima, lo que punza, me hace alejarme de esos temas. Hablemos de otras cosas.

Fíjense ustedes que en los días pasados de asueto (que en la escuela de mis hijas los “alargaron”, ¿ustedes creen?, ¡Ah, qué “maestros”, no tienen “llenadera”! ¿Y el futuro del país? Parecen querernos decir estos nimios docentes que todo siempre podrá esperar para después de puentes y vacaciones, ¡Faltaba más!). Dios me permitió salir del “rancho” y largarme a tierras costeras para disfrutar de unos inmerecidos días fuera de la rutina (digo inmerecidos por lo poquito del disfrute), pero así que digan ustedes ¡Ah cómo descansó este güey!, pues no, la verdad no. Pero eso no es el punto, lo que quiero señalar es el desagrado y, en determinados momentos, la repugnancia que conlleva viajar por líneas aéreas baratas en México. En este caso, mi experiencia fue con “Aerobus”.

Antes de empezar a aventar pestes contra estos camiones polleros con alas (bendito Dios; hasta la fecha no han tenido percances estos aborígenes del vuelo) déjenme decirles que hay mucha gente que me comenta que no hay cosa mejor que el servicio de esta aerolínea, pero me tocó lo otro, el lado oscuro de la luna, el talón de Aquiles, y ni modo, sin llorar, pero sí me gustaría compartirlo con ustedes, los que al final de cuenta serán los mejores jueces. Todo empezó así: aquellos destinos no muy “turísticos”, digamos, salieron a tiempo (“quesque” a Veracruz, Chihuahua, Querétaro, La Bondojito y anexas); pero lo que fue Puerto Vallarta, Ixtapa y Cancún, los vuelos salieron en promedio con dos horas de retraso. Ya se, ya sé, que los expertos en estas lides me van a querer convencer de que lo que sucede es que estos destinos están saturados en temporada alta y los retrasos vienen desde los aeropuertos de estos lugares, pero me da igual, estuvimos mi gente y yo en la terminal “C” del aeropuerto internacional de Monterrey 120 minutos llenos de inacción.

Gracias a que soy un paranoico de la llegada temprano, un fanático de ese misterioso y casi inoperante atributo en nuestro país llamado puntualidad, me tocó ser de los que abordaron al principio (cosa que me costó una multa de 700 “devaluados”, por andar “hecho la mocha”), el caso es que mi mujer ganó la carrera que se desató hacia el avión (qué incivilidad, caramba, hacernos competir a los clientes por los asientos con el riesgo de terminar a golpes con algún prójimo más terco que uno) y cómodamente se apropió de cuatro asientos, justo antes de “onde” están las alas. Más al rato empezó el desfile de azafatas por el pasillo, llamando la atención del respetable y llenándonos de expectativa al empezar ese delicioso juego mental al tratar de imaginar qué platillo suculento escogieron esta vez esos magos del cielo. Al llegar el servicio a nuestros perfectamente ubicados asientos, resulta que para “refinar” sólo había cacahuates, un triste “lonchibón” y una dotación de calorías con burbujitas carbonatadas, de tal forma que tuve que recurrir a las bebidas alcohólicas (pedí dos “cheves” y me dijeron “nones”, no sin antes mirarme con cara de “viejo pedote”, y nada más me vendieron una).

El lugar a donde fui es un paraíso (sobrevaluado, si ustedes quieren, pero hermoso en realidad), no sólo por sus playas e historia; yo más bien diría que por su gente. Jamás encontré una cara “larga”, al contrario, sonrisas y ganas de ser amigables (estoy consciente de que lo hacen porque es conveniente para que el turista regrese, sin embargo verlos en su papel da gusto, se lo toman en serio y hacen que uno se sienta como rey con todas sus atenciones). En ciertas zonas me sentí estar en los “junaites estates” y hasta me hablaban en inglés (ha de haber sido por mi “blonda” y abundante cabellera), pero eso no minimizó lo bonito de vivir esta experiencia, esta vez con mis dos hijas. En todo nos fue muy bien y lo guardaré para siempre en mi memoria, sólo quiero comentar que ese pedazo de México sufre las mismas cosas que el resto de nuestro país y, sin embargo, se mueve (¡Agachones allá y aquí, qué herencia carajo, qué lastre para nuestro querido México!).

Ya de regreso, y volviendo a nuestros amigos los “Aerobuseros”, estos trogloditas del servicio nos dejaron varados la friolera de 14 horas de retraso. Luego échele usted dos hora más de vuelo, y todas las horas del mundo (así me lo parecieron) para llegar a casa, a mi Piedras Negras querido (“mi Piedras Negras querido nunca te puedo olvidar”, ya saben, con la música del tremendo Rigo Tovar). Cualquiera que no conozca los detalles pensaría que llegamos de un vuelo del otro lado del mundo, por el cúmulo de horas agotadoras; menos mal que andaba con mis hijas.

Pero a pesar de mi inconformidad por haber utilizado esta línea aérea, debo de reconocer dos cosas; la primera es que por fin hay una opción real para no tener que viajar más de 12 horas en el democrático camión (ahora en vez de “bus” es “aerobus”, esperas 12 horas en el aeropuerto y viajas 2) para visitar nuestra hermosa (preciosa, lindísima, única, mamacita, “quenlaquere”) Patria; y la segunda es haber comprobado que, por fin, como en cualquier lugar del mundo, hay opciones para quienes quieren conocer su propio país. Ya no hay excusas.

Llego al terruño y hubo reunión de “ex-mapaches” (“mapaches” siempre en el corazón) y me dio mucho gusto ver que nuestras porristas no eran sólo muchachas bonitas, pues hoy son mujeres guapas; también comprobé que aquellos “esbeltos” jugadores somos hoy “embarnecidos” adultos (por no decir unos “cuarentones con panza”; bueno, todos excepto mi “Bro”). Fueron días muy movidos, en los sentimientos, en lo familiar, en lo personal, en lo laboral y en lo neuronal (bueno ahí siempre, pa’ las dos neuronas sanas…).

La próxima semana les contaré la historia del “Cuate Altos” y su singular amigo “Oscar Murimos”, en la primera parte de su odisea “El gobierno de quien gente”. Por hoy guarden reposo y brinden unas a mi salud (sin recordar a mi “mami”, por favor).

Socorro y Jose Luis, están en mi corazón y plegarias todos los días; mujeres y hombres como ustedes son de los imprescindibles (no quise modificar la frase de Bertolt Brecht, pero está hecha para ustedes).

Que tengan ustedes buen día y mejores noches.

jueves, abril 03, 2008

la de los jueves 3 abril 2008

Nunca me cansaré de agradecer a todas y a todos los que leen lo que escribo y me preguntan: ¿Qué pasó con “la de los jueves”? Y tampoco puedo hacer menos a los que, al toparse conmigo en algún lado me mientan la madre cuando descubren que soy el autor de tan singular texto semanal. Bueno, a veces así me entero que me han leído. Gracias a todos.

Existen varias razones por las que dejé de escribir estas últimas semanas. Una de ellas fue el haber estado fuera del terruño visitando costas, mar y sol (no me lo recuerden porque me regreso); y la otra, de gran importancia, la sabrán al terminar de leer lo que hoy publico.

Las historias empiezan cuando alguien tiene el ánimo y la disposición de compartirlas, y existe simultáneamente alguien que tiene interés en escucharlas. Luego pasan de boca en boca y de mano en mano, hasta que se convierten del dominio popular, o algo así. Esta historia que les contaré no es pretenciosa, no busca ser trascendental ni nada por el estilo. Es una historia cotidiana, real, tan humana como ordinaria, o extraordinaria, según se vea.

Hace muchos años (más de los que yo quisiera) había un joven de cabello corto (que ahora sería largo para quien hoy ostenta una brillante calva), inteligente como pocos y soñador como muchos en esa edad maravillosa de la primera juventud; en esas andaba este personaje cuando el azar, el destino, el divino, como ustedes lo prefieran, le condujo a conocer a una bella mujer que llenó su espacio de amor y su vida de inspiración. Se volvieron pareja. Un buen día, sin importarles el augurio de un futuro difícil, la lucha sin cuartel que se avecinaba, ellos decidieron levar anclas y hacerse a la mar, viajar juntos por encima de aguas de advertencia y conjetura, y emprendieron la aventura de unirse en matrimonio. Los familiares y amistades, muchos de ellos, seguramente la mayoría, pensaron en aquel entonces que estaban en un error. Sin embargo algunos pocos, viendo más allá de lo previsible, supieron lo que en verdad estaba sucediendo: las almas gemelas pocas veces se equivocan, y cuando se encuentran es muy difícil romper esa unión. Confieso que no fui uno de estos últimos, pues como la mayoría de sus amigos me dije: qué pendejo, ni modo, el que por su gusto es buey hasta la yunta lame. Así me dije en aquel entonces, con esa sabiduría corta pero agudísima intuición que traen los años mozos.

Pues bien, este personaje, mi amigo entrañable de juventud, cofrade en sueños y aspiraciones, es ahora un hombre al que conozco y quiero. Y ella, su esposa, la sé una gran mujer, madre y esposa de tiempo completo, además de poseer un espíritu emprendedor que la ha llevado a tener negocios exitosos. Estoy seguro que es de esos casos en los que al lado de una gran mujer sólo puede caminar un gran hombre.
Codo a codo han caminado 23 años en su aventura que iniciaron en Saltillo, y en los que han formado una hermosa familia. 23 años durante los cuales estos caminantes han ido dejando huella en los distintos lugares donde han vivido, cargando sus hijos de un lado para el otro, cambiando de residencia en 15 ocasiones y hecho 6 mudanzas completas de una ciudad a otra, probado las mieles y los sinsabores, disfrutado aciertos y sufrido decepciones, convertido sueños en realidad y pesadillas en fantasía, como todos. Como cualquiera de nosotros.

Ahora la vida, tan llena de variables y senderos caprichosos, pone a esta pareja en una encrucijada dolorosa para el alma y difícil para el entendimiento, al verse mermada la salud de ella en forma repentina. ¿Es que Dios, a través de ellos, nos quiere demostrar que sólo el amor lo vence todo? ¿O debemos concluir que la felicidad no es inagotable, que debemos estar preparados para lo inesperado siempre, que la naturaleza de la vida nos conduce inexorablemente hacia el deterioro sin otra alternativa posible? No tengo la respuesta, soy muy estúpido y superficial para este tipo de situaciones; pero sé que tú lectora y lector amigo podrán obtener sus conclusiones. Yo lo único que sé es que sufro cuando mis amigos sufren.
Esta pareja amiga enfrenta una prueba difícil que estoy seguro será superada, pues Dios protege y abraza a aquellos que profesan un amor tan evidente como el que ellos nos han mostrado todos estos años. Hoy más que nunca libran su lucha por salir adelante, pues ya no se trata del éxito de los negocios o la educación de los hijos. Se trata de que uno de los dos ha empezado a sentir los estragos del largo camino, y que el otro se detiene a esperar y apoyar a su pareja haciendo malabares para no bajarse del tren del día a día. Algo me dice de que el día de mañana este episodio será anécdota y ejemplo para aquellos que pensamos que la vida es “dura”. (¡Cómo somos ignorantes de este último adjetivo, deberíamos usarlo con más respeto!).

La otra razón por la que dejé de escribir es porque mi hermano, amigo y editor, José Luis Segovia, pasa por un momento difícil y sin su ayuda no puedo llevar a buen resguardo mis letras.

Socorro y José Luis, para ustedes mis mejores deseos y un abrazo del alma; a quienes llegaron hasta el final de esta historia: muchas gracias.

Que tengan ustedes buen día y mejores noches.