jueves, octubre 25, 2012

Voces (2ª Parte y Final)

Luis entró a la cabina, y en la silla que había ocupado, se encontraba un tipo delgado con lentes oscuros al estilo Lennon, de melena larga y aspecto despreocupado. Vestía una playera con la leyenda “Aerosmith”, jeans, e inconfundibles zapatos “vagabundos”; su edad era difícil de adivinar. –No puedo negar que tienes buen gusto para esto de la música, ¿pero Sinatra?–. Dando un chasquido con los dedos las bocinas subieron su volumen al máximo y se empezó a escuchar “Twist and Shout” de los Beatles, acto seguido el tipo se puso de pie y comenzó a bailar twist mientras de su boca salía la mismísima voz de John Lennon, igualando el volumen de los parlantes. Luis se acercó a la silla provocando que aquel tipo retrocediera sin perder el ritmo, y canceló el volumen dejando que el silencio se apoderara de nuevo del lugar. –Mira, no se quien seas y no sé cómo entraste aquí, seguramente es una broma de Alberto y ya estuvo bueno. Puedes decirle que me logró sorprender y que tu imitación de Lennon es buenísima. Ahora, si me haces el favor, retírate por donde llegaste, de lo contrario tendré que llamarle a la policía y la bromita terminará muy mal para ti–. El tipo bajó sus lentes casi a la punta de su nariz, y sobre estos dirigió su mirada a Luis diciendo. –Por mi, adelante, es más– sacó un celular del bolsillo del pantalón y lo empujó en la mesa hacia su interlocutor, –usa mi teléfono, márcale a los de la “ley” y diles que tienes un intruso en la estación, pero antes explícame una cosa, ¿cómo es posible que escucháramos al cuarteto de Liverpool, si la canción no esta programada?–. Luis vio la pantalla y, efectivamente, su lista de canciones no había sido alterada. Mayor fue su sorpresa cuando aquel tipo, imitando a la perfección la voz de Sinatra, comenzó a cantar algo de lo que estaba en ese momento programado. Luis subió el volumen y parecía que el imitador sabía exactamente donde iba la canción, pues no corrigió nota. Asombrado Luis lo volteó a ver, y aquel simplemente movió las cejas y con el dedo índice colocó de nuevo los lentes en su sitio. –Sí, Luis, preguntas muchas preguntas, y te responderé la primera que estas a punto de hacer: soy un vendedor, sólo un vendedor, tengo para ti algo que puedes necesitar, o más bien que vas a necesitar–. Luis apenas iba a articular palabra y se vio interrumpido –y mi nombre es, ora veras, es que me han llamado de tantas formas que tengo que buscar el que más se adapte a tu entendimiento–. Ahora fue Luis el que lo interrumpió: –No me vengas con que eres el diablo–. El tipo, soltando una risa grotesca y hueca, imitó la voz de Fernando Soler y parodió: –Sí compadre, soy el diablo–, y de nuevo rio, solo que su risa fue interrumpida por un ataque de tos que luego calmó con un trago del “jaibol” de Luis. –Ahora que todo ya quedó claro, arrímate una silla que tenemos que hablar–. Tomó el celular de la mesa, lo guardó de nuevo en su pantalón, y continuó: –Gracias a mí, las distancias se han acortado y el planeta hoy es una aldea global. Los medios de comunicación manejan a las masas creando desinformación y todo marcha de acuerdo a mi plan, pero aún tengo un problemita: internet. Pero antes de continuar, sírvenos unos “jaibolitos”–. Al ver que Luis no movía un músculo, el tipo se puso de pie y comenzó a servir los tragos mientras seguía hablando: –Pues bien, mi problema son las estaciones como esta, crean opinión, programan música no comercial. Vaya, hacen que la audiencia recuerde tiempos mejores. Y eso no va de acuerdo con lo que tengo en mente–. Luis se pasó la mano por la cara y preguntó: –Y si eres quien dices ser, ¿porqué no simplemente provocas un incendio o algún accidente y destruyes la estación?–. Aquel tipo tomó los dos vasos y entregándole uno a Luis, y tras dar un trago a su bebida, contestó: –Ustedes los humanos me sobre estiman, tu fe y las demás me han hecho tan buena propaganda, que en su cabeza se ha quedado fija la idea que soy casi tan poderoso como el Padre o el Hijo, pero están muy equivocados, ¿sabes en qué radica mi fuerza?, ¿sí lo sabes, verdad? Mi fuerza radica en el mayor regalo que El les dio, malditos simios evolucionados– con la mano izquierda levanto su índice y señaló al techo, –Él les regaló el libre albedrio, y yo simplemente he tomado ventaja sobre un regalo que ustedes no han sabido apreciar–, dio un nuevo trago a su bebida y continuó: –Al contrario también de lo que muchos se imaginan, yo no ando apropiándome de cuerpos, ni tampoco influyo para que existan mensajes ocultos en algunas canciones, de esos que sólo pueden ser escuchados si el disco se toca en la dirección contraria. No Luis, yo soy sólo un vendedor. Toma por ejemplo la fusión atómica, ¡Hey! fue una gran idea, y sólo tuve que susurrar al oído de alguien con suficiente poder lo que esa energía podía destruir, y ya ustedes conocen dos de mis grandes obras contemporáneas, allá en las viejas Hiroshima y Nagasaki. Pero te insisto, no fui yo, fueron ustedes. Libre albedrío Luis, y en eso El no interviene–. Luis confundido y repentinamente agotado preguntó: –Y ¿qué es lo que quieres?–. –Tan sólo quiero que se unan a esta revolución, que su estación de radio se deje de estupideces y empiece a programar lo que se escucha en todos lados, que en lugar de formar opinión, le den a su audiencia una opinión formada. No los dejen pensar, piensen por ellos, eso es lo de hoy Luis–. Dejando su vaso sobre la mesa Luis negó con un movimiento de cabeza y dijo: –Lo siento mucho, yo no voy a entrar en este juego de destrucción, jamás he estado de acuerdo y no lo estaré; y te adelanto que tampoco Alberto te va a seguir la farsa–. –Ah Alberto!, no te preocupes por él. En estos momentos ya está tomando su decisión; y si tu respuesta es final, pues bueno, sólo me queda decir gracias por tu tiempo y hasta muy pronto–. Extendió su mano hacia Luis y este lo ignoró. El tipo se puso de pie, y en un parpadear estaba en la puerta de la cabina a las espaldas de Luis. –Sabes, es una lástima que tu mujer vaya a decidir tomar esa última taza de café, y qué coincidencia, un joven bastante tomado que estará en una reunión dominguera con amigos, se estará retirando, no sin antes llevarse un “six” de cerveza, tu sabes, para el camino. Los choques frontales son terribles Luis, terribles–. El extraño posó su mano en el hombro de Luis……..

Luis de un sobresalto despertó, sudaba a pesar de lo agradable de la temperatura. Checó su reloj y se dio cuenta que tan sólo habían pasado unos minutos después de la llamada de Alberto. Salió de la cabina y, atravesando la recepción bajo las escaleras, vio que todo estaba normal, tráfico de cualquier sábado en la noche y el ruido común de esas horas de la noche. Su corazón aún palpitaba con fuerza. Pasó sus dos manos por su rostro, y más tranquilo, subió de nuevo las escaleras mientras pensaba “qué pesadilla me acabo de aventar”. Sobre la mesa estaba su vaso de whisky aún a la mitad. De un trago lo vacío por completo, justo en el momento que Alberto entraba a la estación: –Qué pasó Luis, decidí hacerte compañía un poco más temprano. Íbamos a ir a cenar, pero a última hora cancelamos todo y aquí me tienes, Luis sonrió y tras saludar a Alberto se comenzó a servir otra bebida preguntando: –¿Te sirvo un alipus?–, Alberto dejó las cosas que traía sobre el refrigerador, en la recepción, contestando –ingrato, no ves que vengo seco–. Luis comenzó a preparar los tragos –sabes Alberto, acabo de tener una pesadilla de lo más loco: estaba aquí en la estación, y un tipo de lentes oscuros y greña larga–. Alberto palideció en ese momento e interrumpiéndolo preguntó: –¿playera de Aerosmith y jeans?–, ambos se quedaron viendo, mientras de nuevo el maldito silencio se hacia presente en la estación, silencio que fue roto por el sonido de la puerta al abrirse y una voz diciendo: Y bien caballeros, supongo ya me tienen su respuesta, ¿o no?

FIN

jueves, octubre 18, 2012

Voces (1ª Parte)

Voces


Luis tenía verdadera pasión por la música. Alberto también. Eso fue clave que los llevó a formar una estación de radio, pues para ambos significaba la posibilidad de poner en práctica aquello para lo que se habían preparado y así nació Radio Elite. Luis, aprovechando que la familia estaba fuera de la ciudad, salió de su casa hacia la estación para transmitir un programa. En el camino pensó en la música que programaría, y si aún estaría la botella de “whiskey” que guardaba en la estación. Al llegar encendió la luz de la cabina de transmisión y dejó lo que traía en las manos sobre la mesa. Luego se dedicó a preparar el equipo, mientras a esos menesteres dedicaba su tiempo se percató de que había un silencio poco habitual. En voz alta, como queriendo romper el mutismo, dijo: –Raro, muy raro–; pero continuó con su tarea. Cuando estuvo todo listo, fue a buscar la botella.

El espacio se empezó a llenar con la voz de Sinatra y su orquesta. Luis dio un trago al primer “jaibol” de la tarde y cerró los ojos dejándose envolver por la música. Estaba tan absorto en las notas que salían de los parlantes que pegó un pequeño salto en la silla cuando sonó su teléfono móvil. –Bueno– contestó, para después escuchar la voz de Alberto –qué pasó Luis, no sabía que ibas a transmitir el día de hoy; oye aprovechando que estas ahí, por favor chécate si deje prendida la luz de mi oficina–. Con un simple movimiento si despegarse de la silla Luis comprobó que la luz estaba apagada. –No hay luz en tu oficina–. Alberto tardó un poco en contestar –Qué raro, estaba seguro la había dejado prendida. ¿Hasta qué hora le vas a dar?–. Eligiendo las canciones para el siguiente bloque de música Luis contestó: –No lo se, pero lo más seguro es que me quede buen rato; a lo mejor hasta la media noche, con eso de que estoy “soltero”, a lo mejor hasta le sigo un rato después de la hora de las brujas–. –Bueno, aquí te voy a estar escuchando un rato; a lo mejor por ahí te caigo, pero será un poco más tarde–. Luis dio un nuevo trago a su bebida y contestó: –Ok, si te decides yo ya abrí la botella de “baigon”; no’más traite una botanita–. Luis dio un largo trago a su bebida y acomodándose en la silla, de nuevo se dejó llevar por la música hacia la tierra de los recuerdos, cuando estudiaba su carrera, aquellas noches calurosas, en uno de tantos ejidos del estado…

- o -

Eran las 11:30 de la noche y la temperatura rondaba entre los 37 y 38 grados Celsius. Todavía la tierra bajo sus pies se sentía caliente, tras haber estado expuesta a más de 44 grados durante el día. Además no había la menor brisa y el silencio era abrumador. Maldita la hora en que la camioneta de la universidad se había descompuesto, obligándolo a pernoctar en aquel ejido en medio de la nada. Caminó hacia una noria, levantando una pequeña nube de polvo a cada paso. Luego bajó la cubeta con cuidado de no hacer ruido, pero ante el sepulcral silencio, el malacate sonaba como el chirriar de las ruedas de una locomotora. Por fin tubo la cubeta llena de agua en sus manos, y lentamente vacío el contenido sobre su cabeza. ¿Cómo podía dormir esta pobre gente con estos malditos calores?, se preguntaba mientras se recargaba en la noria dejando que el agua escurriera hacia el suelo. Un ruido a su izquierda lo hizo enderezarse. –Ta’duro el calorcito, ¿verdá, Inge?–, pregunto Don Isabel (mejor conocido por Chabel), quien amablemente lo invitó a dormir en el cobertizo bajo el enorme huizache. –Don Chabel, espero no haberlos despertado a usted y a su familia con el ruido del malacate; es que uno no esta acostumbrado a estos calores–. El campesino sacó una cajetilla de “faros”, y tras ofrecerle a Luis y pasarle fuego, empezaron a fumar. –No se apure Inge, yo sólo me levanté a ver si estaba bien y venía pa’cá cuando lo vi caminando pa’la noria; pa’ustedes ta’difícil aguantar “la calor”, uno ya esta acostumbrado–. –Sabe Don Chabel, más canijo que aguantar estos calorones de noche, es aguantar el silencio. Esto está tan callado que no’más se oye un zumbido en los oídos–. Ambos se recargaron contra la noria. –Ese zumbido del que “usté” habla, no es más que un truco de la mente– dijo Chabel mientras se tocaba la sien con el dedo índice, –pa’no escuchar lo que de verdá se oye en las noches como esta–. A Luis le gustaba escuchar a la gente del campo y sus historias, aunque no se las tomaba al pie de la letra. Así que lo invitó a continuar con su relato. –¿Y qué es lo que realmente se escucha en las noches así de calladas? –. –Murmullos Inge, de “munchas” voces que hablan entre ellas, que se cuentan cosas de todos los tiempos. Pero si las voces notan que alguien las escucha se quedan calladitas y uno no’más vuelve a escuchar el zumbido ese y su propio resollar. Por eso, pa’escucharlas, tiene que andar uno serenito como cuando anda cazando güajolote, hay que tener “muncha pacencia”, ser rápido y tener suerte–. Interesado, pero incrédulo Luis preguntó: –¿Entonces cómo se le hace para escuchar esas voces?–. Chabel dio una fumada a su cigarro y contestó: –Como le dije, “pacencia”, rapidez y suerte. Hay que practicar “muncho”, y al tiempo verá cómo las escucha sin que se den cuenta y cómo entenderá lo que se dicen–. Luis dio una última fumada al cigarro y lo tiró al suelo para aplastarlo con la bota. –¿Y usted las escucha, Don Chabel? –. –No’más cuando todo está silencio, como “orita”; pero “pus” como estoy hablando con “usté”, pus no las oigo– el campesino tiró el cigarro al suelo y lo apagó de un certero escupitajo. –Bueno Inge, trate de dormir; tempranito echamos a “volar su mueble” pa’que se regrese al pueblo; que tenga buenas noches–, pero antes de retirarse, Chabel advirtió: –No’más una cosa Inge, si trata de escuchar las voces tenga mucho cuidado–. Luis contestó con una pregunta: –¿Cuidado por qué? No le entiendo–. Chabel sonrió y contestó: –Por que no hay voces sin un cuerpo… si me entiende, ¿verdad?– y soltando una carcajada se alejó hacia su jacalito…

- o -

El ruido de alguien subiendo las escaleras volvió a Luis a la realidad. Canceló por completo el sonido de las bocinas y pudo escuchar los pasos de alguien en las escaleras, seguramente era Alberto que decidió adelantar su llegada, sólo que los pasos eran más lentos. Seguramente venía cargado. Así que se levantó saliendo de la cabina, para abrir la puerta cerrada con llave. –Qué bueno que llegas Beto, ya me estaba dando hambre y ni cacahuates…–, dijo mientras abría la puerta, sólo que detrás de la puerta no había persona alguna. Nada. Nadie. Ni siquiera se escuchaba el ruido de la ciudad. De nuevo sólo estaba ahí ese zumbido en sus oídos.

Dejando la puerta abierta bajó las escaleras hasta la calle, y comprobó tres cosas: que nadie había subido, que no había un alma en las calles y que el silencio era casi absoluto, sólo interrumpido por el ruido de sus pasos. De regreso, mientras subía las escaleras, volvió a recordar la historia de Chabel e hizo un esfuerzo para librar sus tímpanos de aquel sonido y justo al llegar a la puerta de la estación pudo escuchar las voces. Ahí estaban, eran cientos, miles de ellas en un murmurar constante, inentendible, caótico. Se imaginó como niño escondiéndose para escuchar una conversación de adultos, y se dio cuenta que caminaba tratando de no hacer ruido dirigiéndose a la cabina; esto tenia que grabarlo. A escasos pasos de entrar a la cabina, los murmullos disminuyeron de intensidad para dar paso a una voz que de inmediato Luis ubicó: –Creo Luis, que esta vez tendrás tarea para tratar de explicarte lo que esta pasando, porque al final de cuentas Chabel tenía razón, no hay voces sin cuerpo. Y de la grabación, olvídalo; no registrarías más que tu propia respiración y el ruido del fondo–.

Continuará…….








jueves, octubre 11, 2012

Resaca (2ª Parte y Final)

Resaca, segunda parte y final


El bastón del golf cayó de la mano de Rafa y su rostro palideció. –¿No estarás hablando en serio, verdad? No, definitivamente no puedes estar… ¿eres Luca, verdad? No puedes estar hablando en serio… aún soy joven. Hay muchas cosas que me faltan por hacer. Yo tengo…–. El ángel lo interrumpió diciendo –Rafael, estoy hablando muy en serio, y no, ya no eres un joven, tienes 48 años, pero gracias a los excesos tu organismo se siente como de 70 años. Y si, por lo regular al momento de partir quedan muchas cosas sin hacer, muchas palabras sin decir, muchos abrazos sin dar, muchos perdones sin conceder, mucho amor sin entregar. Pero qué te puedo decir, todos los días ahí estaba yo, hablándote al oído, y tú siempre me oíste, pero nunca me escuchaste. Bueno, todo aquello pendiente, que quisiste hacer pero no hiciste quedará en una simple intención. Existen trillones y trillones de cosas que quedan en simple intención, esa es la verdad. Porque tú, como todos los humanos, creen que son eternos, hasta que llega su ángel por ustedes y en ese momento se dan cuenta que es hora de cambiar sus fichas, que la partida terminó, pero ¡oh sorpresa!, no hay fichas qué cambiar, y el tallador del casino…–, el ángel se puso de pie y como si viera una cámara en el techo hizo unos movimientos de manos, los usuales de cualquier tallador de cartas al terminar su turno, –el tallador del casino sólo dice como despedida: buena suerte señor–. Y de nuevo se dejó caer en el sillón. Rafa tomó asiento lentamente, al lado de su ángel, y mientras balbuceaba, tratando de decir algo, el ángel continuó: –Recordaste mi nombre, milagro–. Luca extendió su mano hacia Rafa, y este la estrechó de manera automática. Luca continuó hablando: –Tal vez recuerdas qué forma tan simpática balbuceabas mi nombre cuando pequeño. No sabes cómo añoro los días en que, cuando bebé, platicábamos por horas y como sonreías siempre. Extraño cómo te asombraban los diarios descubrimientos de esa etapa. Extraño cómo jugábamos juntos, siendo yo el amigo imaginario que muchos niños dicen tener. Y como sucede siempre, empezaste a crecer y poco a poco perdiste la capacidad de asombro, poco a poco se fuiste separando de mi hasta convertirme en una idea romántica–. Luca dejó escapar un suspiro: –Extraño mucho cuando después de rezar al lado de tu madre la oración que nuestro Padre nos enseñó, rezabas: ángel de mi guarda, mi dulce “compamía” no me desampares, ni de noche ni de día, porque soy chiquito y me perdería”–. En ese momento Rafa salió de su trance: –¿De verdad voy a morir?–. Un dolor agudo en el pecho le hizo llevar su mano derecha hacia la izquierda de su pecho. –Así es que voy a morir de un ataque al corazón, ¿verdad?– preguntó Rafa cuyo semblante palidecía conforme transcurrían los minutos. Luca contestó con calma, mientras se ponía de pie y se dirigía hacia el ventanal de la sala: –De hecho vas a morir de un colapso masivo de tu organismo, sientes que es un paro cardiaco, pero no, en realidad tu hígado ha colapsado pues un tapón de grasa está por bloquear el flujo de sangre a tu cerebro. Y sí, al final tu corazón va a reventar, literalmente reventar. Créeme, son pocos los que logran descomponer a tal grado lo que muchas veces llamaste una obra de ingeniería perfecta, y lo que Dios llama su imagen y semejanza. Pero bueno, tienes dos minutos para respuestas. Vine para llevarte y después me tocan vacaciones antes de que nos encontremos en otro plano para ayudarte a establecerte sin el mazacote de tejidos y fluidos que ahora te hacen ser tú–. Con paso lento Luca se puso frente a Rafa y sentándose en la mesa de centro continuó: –Y bien, ¿alguna pregunta?–. Rafa negó con un movimiento de su cabeza y se puso de pie para caminar hasta la barra de la cocina donde había una extensión telefónica y comenzó a marcar.
Luca le dijo: –Sólo tienes dos minutos–. Mientras se establecía la comunicación, Rafa habló. –Tengo que despedirme de mis hijas, de mi esposa–. Luca interrumpió: –Ex esposa querrás decir–. Haciendo caso omiso, Rafa continuó: –Dios mío, ¿qué les voy a decir? No sé qué decirles–, y colgó el teléfono para preguntar: –¿Qué va a ser de ellas sin mí?–.
Luca como respuesta se encogió de hombros y se puso de pie para caminar hacia el pequeño bar y tomar un puño de cacahuates. Rafa le preguntó: –El que estés aquí quiere decir que voy a ir al cielo?–. Luca que comía despreocupado los cacahuates le contestó: –Eso no te lo puedo decir. Mira, mi tarea es llevarte a lo que es una antesala del lugar final, ahí tendrás la oportunidad de hacer una revisión de lo que fue tu vida y tú mismo sabrás para donde tienes que ir. Y antes de que me lo preguntes te lo anticipo: si hay infierno–. Rafa pidió: –Descríbemelo por favor–. Luca termino sus cacahuates y frotándose las manos para limpiarse comenzó a decir: –Para empezar no tiene fuego. No hay demonios torturando y el ángel caído es un tipo perverso. De hecho el clima siempre es perfecto. Se tienen muchas cosas materiales, todo en demasía; mi opinión personal es que no hay lugar más aburrido que el infierno, todos tienen de todo en exceso y por la eternidad muchos siguen vacíos por dentro. Algo maravilloso de este asunto es que el libre albedrío sigue existiendo, sigue siendo prerrogativa humana, y cuando se dan cuenta de ese vacío es cuando empieza su verdadera desgracia. En realidad son pocos los que llegan a darse cuenta de ello, y siempre tendrán la opción de acercarse al Creador y él los acoge en su casa de inmediato–. Rafa tenía los ojos entrecerrados y las manos apoyadas en la barra, la cabeza inclinada hacia su pecho, y deleitándose de esa descripción, y ya pensando en su siguiente pregunta: –Y el cielo, ¿cómo es?–. Luca se acercó a su lado y pasando el brazo derecho sobre los hombros de Rafa, contestó: –El cielo es un lugar hermoso, te levantas escuchando al creador a través de sus creaciones en un concierto de sonidos, colores, olores y sensaciones más allá de lo humanamente posible, y las noches se encargan de arrullarte, y los días cantan lluvias y copos de nieve. Tu mente siempre está aprendiendo, el alimento viaja de ida y vuelta emborrachando todos los sentidos. Como te lo había comentado ya, en el cielo conservas tu libre albedrío, la diferencia es que yo ya no estaré para aconsejarte, pues te encuentras disfrutando del amor de Dios en un estado de gracia de tal forma que todas tus decisiones son puras y hermosas… es por eso que ahí ya no me necesitas–. Rafa sabía que no quedaba mucho tiempo, así que sólo hizo una última pregunta: –¿Y porqué tu eres el que viene por mí, y no mi padre o alguno de mis abuelos?–. Luca tomó un cigarro de una cajetilla tirada en el suelo de la cocina, y tras encenderlo en la estufa, y darle una fumada dijo: –Aahhh! Hacía mucho tiempo que no probaba uno de estos… déjame contestar tu pregunta. Cuando estás disfrutando de la bondad y amor infinito de Dios te sientes como cuando te enamoras la primera vez en tu etapa de humano sobre la Tierra, sólo que multiplicado por infinitas sensaciones a las que antes no tenías acceso. Es tarea de nosotros, los ángeles guardianes, llevar a las almas a su próxima etapa. Todos aquellos que te amaron y a los que tu amaste, te están esperando a lo largo del camino, no te preocupes, los verás a todos y cada uno de ellos. Bueno Rafa, ya es hora–.
El mortal sintió como si lo hubieran golpeado en la cabeza con un tubo relleno de concreto. Un terrible dolor en su costado lo hizo doblarse y cayó al piso de rodillas. Segundos antes de desplomarse por completo en el suelo, sólo alcanzó a murmurar: –Perdóname Señor–. Sintió las manos de Luca rozándole la frente y llegó la oscuridad.

Una luz brillante golpeó los ojos de Rafa, que lentamente se incorporó de la cama. Semi cegado pudo escuchar el sonido del mar y el ruido de voces. Tenía la boca pastosa y estaba cubierto en sudor. Sentía un leve dolor de cabeza y tremenda sed. Desorientado se puso de pie con los ojos entrecerrados encontró la puerta de salida de aquella habitación, y para su fortuna sobre a la barra de una cocineta encontró una botella de agua bajo la cual estaba una nota. Apuró el contenido de la botella, y con esfuerzos leyó la nota que decía: “Estoy con las niñas en la alberca, te esperamos”. De nueva cuenta se dirigió a la habitación y en el baño encontró las prendas que alguien había preparado previamente para él. Tras darse un ducha se vistió y tomando el ascensor se dirigió a la alberca. Antes de llegar pasó por una palapa que servía como bar, y al cruzar por un costado de la misma, escuchó una voz: –Rafa, vaya hora de despertar amigo–. Para su sorpresa ahí estaba Luca, en el mismo atuendo que recordaba y disfrutando de (¿la misma?) piña colada. Rafa asombrado se acercó a paso rápido, y situándose a un lado de Luca le preguntó: –¿Es esto el paraíso?–. Luca dio un sorbo a su piña colada (y tras un:¡Ah, que rico!), señalando hacia la alberca donde se encontraba su familia le contestó con otra pregunta;
–Dímelo tú amigo mio, ¿así lo crees? –. En la alberca, sus hijas y su esposa jugaban y reían. Rafa volteó de nuevo para ver a Luca, pero antes de que pudiera decir algo, este último le dijo: –Como te lo mencioné, tienes suerte. Has sido elegido. Me han instruido para revelarte el motivo de mi presencia en el mismo tiempo y en el mismo espacio que ocupas. Deja de desperdiciar tu vida en cosas insignificantes. Abraza el amor. Vive plenamente y entrégate sin reservas como si fuese el cada día el último día. Hoy estoy aquí sólo para decirte que todo ser humano vive para ser feliz y buscar hacer felices a los demás, es todo.–
Luca se puso de pie y dándole una palmada en le espalda comenzó a alejarse por el camino hacia el lobby del hotel. Rafa sonrió mientras algunas lágrimas asomaban ya por el borde de sus ojos. –¿Te volveré a ver?–. Luca levantó su mano en señal de despedida y si voltearlo a ver, Rafa escuchó que dijo mientras se alejaba: –Siempre estoy contigo, y ya ves, es muy fácil lograr escucharme. Ahora ve y abraza a tu familia. Recuerda lo que te dije de la felicidad y sobre hacer felices a los demás–.
Rafa comenzó a caminar hacia su familia y fue cuando sus hijas al verlo gritaron al mismo tiempo: ¡Papi!.








jueves, octubre 04, 2012

Resaca (1ª Parte)

Resaca


Los rayos del sol se colaban por entre las persianas vistiendo la habitación de claro-oscuros que engañaban la vista de cualquiera. La opacidad revelaba poco de lo que estaba sucediendo ahí dentro. Respiraciones entrecortadas; sábanas que suben y bajan; una mosca; miles de motas de polvo infinitesimales volando por el cuarto y deslizándose sobre los rayos de luz para pasar de un lado a otro de la penumbra. Muy despacio fue despertando del profundo sueño en que se encontraba, y cuando su olfato cobró sentido, percibió un fuerte olor a Whisky que le indicaba que estaba en su medio. Poco a poco se fue incorporando. La cabeza le quería estallar, típico. Los ojos parecían querer escapar de sus orbitas. Y el maldito zumbido en los oídos. Sabía que el olor a alcohol provenía del vaso sobre la mesa a un lado de su cama. También sabía que aún vestía la ropa de la noche anterior. Por supuesto que también sabía que su cuerpo pedía agua a gritos desde hacía ya bastantes días. Y desechó todas esas ideas que le recordaban cosas que sólo le atañen a quien porta una existencia como la suya, y a pesar de las lacerantes pulsaciones de su cabeza, dirigió sus lastimosos pasos hacia la cocina.
A su paso por la sala, en su camino a la cocina, pudo observar que una sombra se proyectaba por sobre la de los muebles, y se sorprendió al notar que una cabeza humana sobrepasaba el love seat. Una persona se encontraba sentada cómodamente en el sillón que solía ser su favorito, y sobresaltado sólo atinó a balbucear: –Ah, su pu…– pero antes de que pudiera terminar la frase, el dueño de la cabeza misteriosa puso un dedo frente a su boca y dijo: –¡Shhh!, ¿O es que quieres despertar a los vecinos?–. –¿Quién chingados eres, y qué chingados estás haciendo en mi departamento?–, preguntó Rafa, buscando con la vista algo para defenderse. Por fin encontró algo que pudiera lastimar en caso de ser necesario, así que tomó con su mano un plumero que estaba abandonado a su suerte en el piso. Aquel individuo que vestía una camisa al estilo Hawái, bermudas blancas y sandalias “de metedera”, de muy buena manera contestó: –Soy uno de tus mejores amigos, y créeme, ese plumero no te va a servir para nada–. Rafa se desentendió del plumero, y en un ágil movimiento, se lanzó en pos de un bastón de golf que igualmente estaba regado por ahí. Ahora sí, más seguro de sí mismo, sintiéndose armado de a de veras, dijo con el aplomo que le permitía su corazón que latía vertiginoso: –Sé quiénes son mis amigos, y si no me contestas quién eres, te juro que te parto la madre en este mismo momento–. El vestido de turista hawaiano tomó el vaso que tenía en la mesa de centro, al parecer con una piña colada con todo y su pedacito de piña natural encajado en el borde, y tras darle un trago le hizo una pregunta: –¿Te acuerdas aquella vez que estabas desesperado por no encontrar trabajo? Bueno, fui yo quien impedí que te aventaras desde las alturas y te quitaras la vida–. –No sé cómo te enteraste de ese rollo, pero tú no eres la persona que me libró de eso. Esa persona fue un gran amigo– contestó Rafa aún sosteniendo con las dos manos el bastón y con los músculos tensos para soltar el primer golpe. –Ajá. Exacto. Un gran amigo. ¡Ah! Y la vez que paraste tu camioneta a la orilla de la carretera, ¿recuerdas?, casi llegando a Piedras Negras, para recoger tu teléfono que había caído al piso, y te agachaste justo en el momento para esquivar aquella piedra que entró volando por la ventana abierta, y fue a romper el cristal del lado del pasajero. Si te acuerdas de eso, ¿no? fue hace como cinco años y tres meses y ocho días. Dime, ¿cómo iba a saber yo esto que te acabo de decir? ¿eh?–. –Fuiste tú el hijo de perra que me aventó la pedrada, ¿verdad? Sabrá Dios desde hace cuánto tiempo me estas vigilando–. –Es lo único sensato que has atinado a decir el día de hoy. Te estoy vigilando desde el preciso momento en que fuiste concebido. Es mi tarea y obligación. Mira, deja ese bastón de golf y siéntate, respira hondo tres veces, y escucha bien lo que voy a decirte–. –Este es el sueño más loco que he tenido. Puedes decirme lo que tú quieras, sabiendo que estoy en medio de un sueño puedo ahora escuchar lo que sea. Lo que digas en realidad no importa, pues tu asunto, me imagino, será tenerme en este sueño hasta que se me pase el dolor de cabeza que tengo–. Rafa recibió un hielo de lleno en el rostro y sintió un dolor agudo, que primero lo sorprendió, pero de inmediato lo puso en guardia de nuevo. –¿Qué tan real te pareció eso, eh?, ¿todavía piensas que estás en un sueño?–. Apenas el otro iba a contestar, cuando el ángel lanzó otro hielo que dio blanco en la nariz de Rafa. –¡Hey güey, ya párale! Está bien, esto no es un sueño. Ahora empiezo a asustarme de a de veras–. El ángel sonrió y le dijo: –Mi querido Rafa, no tienes por qué tener miedo. Como te dije alguna vez, soy tu ángel guardián. Tienes suerte, has sido elegido. Me han instruido para revelarte el motivo de mi presencia en el mismo tiempo y en el mismo espacio que ocupas–, y el ángel se acabo de un trago su piña colada y continuó: –Rafa, vengo a llevarte conmigo. No te asustes, todo va a salir muy bien. Confía en mí. Confía en Dios. En unos minutos dejarás este plano existencial. Cambiarás de formato y tu alma migrará hacia otra dimensión. En pocas palabras, y para que me entiendas, dentro de un rato vas a colgar los tenis–.

Continuara…………..