jueves, mayo 08, 2008

la de los jueves 8 mayo 2008

Estimados lectores, bienvenidos a la de los jueves. Hoy tenía toda la intención de comentarles de nuevo sobre las aventuras de algunos de nuestros fantásticos funcionarios públicos. También pensé en platicarles sobre ciertos mitos que se han ido creando para desprestigiar la “fiesta brava”, y tal vez de otra cosa, de esas que veo pasar a lo largo de los 914 km2 de extensión de este pueblo que nos ha visto nacer. Sin embargo, no lo voy a hacer. Hay cosas más importantes de las que hablar.

El sábado a las 3:06 de la tarde un hombre lloró como pocas veces lo había hecho, pues tuvo la oportunidad única que brinda la vida a unos cuantos de ver un milagro. Y es que como presenciar un milagro no es de todos los días, uno no se encuentra precisamente preparado para verlo. Los sentidos se agudizan y se desquician al punto de llevar al individuo a un estado de éxtasis indescriptible, sublime. No existen palabras, sonidos, ni tiempo. No existe amanecer, atardecer u cosa alguna que pueda opacar tan bello instante: el momento en que observamos el milagro.

Al principio el milagro se topa con turbación, una extraña confusión, pues aunque se conoce lo que hay que hacer en estos casos, aún así las cosas parecen moverse a una velocidad distinta de lo previsto, y al observante le es dado pensar que las variables se salen de control; durante y después del milagro surgen llantos, sudoración y risas. Las lágrimas suelen fluir de manera natural e ineludible, el corazón hace malabares por no salir del pecho en una extraña mezcla de realidad-ficción que llega a marear al mejor. Y cuando finalmente el milagro se materializa en un rostro humano, en manitas y movimiento, llegamos a sentirnos, por fin, importantes, trascendentes, pero también pequeños ante el hermoso e imponente regalo de Dios: el nacimiento de nuestros hijos.

Siempre nacen pequeños, frágiles, pero con el primer apretón de su manita nos van diciendo “no soy tan débil como piensas, pero necesito mucho amor y cuidados”. El éxtasis llega al tomarlo en los brazos y contemplar la criaturita y escucharnos balbucear algunas cosas que luego no recordaremos. Entonces, ¿Qué puede ser más importante, amables lectora y lector amigo?

El sábado 3 de mayo a las 3:06 de la tarde nació Jose Manuel y hubo después un bello atardecer. Beatriz y Avelino, Dios los bendice una vez más, y todos compartimos su alegría.

Que tengan ustedes buen día y mejores noches.

PD. Socorro y Jose Luis, el andar puede ser lento, pero no hay camino eterno, siempre se llega al final del mismo o a una nueva encrucijada. Un abrazo.

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