jueves, febrero 08, 2007

la de los jueves 8 febrero 2007

Pa’su madre!, nada mas llovió (constante y no tan “juerte”) y salieron a relucir todas las tarugadas que hacen los del agua y drenaje, los del gas y las muy deficientes “lechadas asfálticas” de obras publicas; si alguien se tomó el tiempo para ver el estado de nuestras calles, pudieron constatar que la mayoría de los daños se deben a zanjas muy mal parchadas sin dejar a un lado la pésima pavimentación de algunas arterias de la ciudad. Y ahora resulta que se triplicará el presupuesto para arreglar el desmadrito. Yo diría que mejor aplicaran parte de esa lanita a un sistema de drenaje pluvial y a pavimentar como Dios manda, en lugar de los ridículos parches que están haciendo (los cuales se esfumarán con las próximas lluvias) y las próximas “lechadas” que se avecinan (en cuanto mejore el clima). Digo, si van a invertir nuestra lana en mejoras a las calles, que estas sean permanentes y no simples “curitas” para salir del paso ¿Qué no?
Desgraciadamente la tendencia general de los que ocupan cargos públicos en nuestro rancho y en el país, es precisamente la aplicación de “curitas” y no creo que sea por falta de capacidad y conocimientos; es más bien con la firme y premeditada intención de perpetuar la ubre y seguir en la eterna condición de lactantes. Es una lástima pero desgraciadamente es la verdad, y esta situación seguirá perpetuándose hasta que los que pagamos por todo eso (o sea nosotros) sigamos calladitos y aguantando vara.
Por otro lado “seguridad” publica sigue dando de qué hablar (lo cual no es novedad, pues siempre será el patito feo de cualquier administración) ahora con el caso de la “violación” a una turista de “Sananto” (“vox populi” para referirse a la ciudad de los “Spurs”). En primer lugar, ¿Que rejijos tiene que hacer una patrulla sirviendo de taxi?; porque eso de que estaban prestando ayuda que se los crea Chuy Mario y el jefe ausente de la corporación. No es ninguna novedad que los guardianes del orden usen los vehículos oficiales como carros particulares, como tampoco es nuevo que sus superiores se hagan como que “la virgen les habla” porque ellos hacen exactamente lo mismo (un tipo de esos hasta trae la patrulla con vidrios polarizados, ¡Háganme el “fabrón cabor”!); vayan ustedes a saber en qué consistan las medidas que se tomarán (aparte de la de “dizque” tener un encargado de turno que SI pueda tomar decisiones). Una cosa sí, que ni se adornen con recurrir a la academia de “polichotas” pues ésta no ha dado ningún resultado y prueba de ello no es sólo este último suceso, podemos añadir a la lista la inexistente falta de criterio de los uniformados, su diaria actitud carente de profesionalismo y la eterna (y muy característica) facha del policía panzón de rancho. ¿y así quieren que los respete la ciudadanía? Primero deben respetarse ellos, por lo que representan; para que el cardumen los respete.
Cambiando radicalmente de tema, quiero contarles que el domingo pasado me ofrecí como chofer para llevar a mis mujeres a la ciudad del Alamo para que se dieran gusto saqueando tiendas; y fue segundos antes de empezar el viaje que recordé que ese día tenía lugar el tan esperado súper tazón. Quien me conoce sabe que no soy aficionado acérrimo de ver deportes en la “caja idiota”, pero por lo regular me gusta ver las finales de cualquier deporte (bueno no de todos, si hay que ser sincero); el caso es que respiré profundo y mientras ellas dormían durante el trayecto elabore mi maquiavélico plan para cumplir con mi obligación de “chofi” y llegar a tiempo al hotel para disfrutar de dicho evento deportivo (eso si, sin olvidar comprar antes un buen Merlot o en su defecto una “frias”). Aprovechando que Morfeo las estaba cuidando me dirigí a las tiendas que están en San Marcos, diciéndome a mi mismo, “si entre tanta tienda no encuentran lo que buscan, entonces el articulo no existe”; pero ¡Oh, Dios mío, que ignorantes somos los hombres en cuanto a compras se refiere! (en lo demás, decimos que somos unos “chiringones”, cosa que tampoco) en cuanto mis dos hijas se dignaron a abrir los ojos y ver su entorno, inmediatamente me mencionaron más de tres tiendas que ahí, simple y sencillamente, no están.
Claro que eso no me libró de dos horas de caminata y compras, con la obligada compra de los “chescos” y las miraditas de coqueteo hacia mis hijas (uno que otro despistado hasta con mi mujer), de un ristra de greñudos desaliñados y mal vestidos, con pantalones a la “cantinflas” o tan llenos de agujeros como un colador. Cuando por fin subimos a la camioneta (como dije dos horas y 20 kilos de ropa después), confirmé mi calidad de iluso, pues en lugar de escuchar el “Papi, vamos al hotel para que veas tu partido” la orden fue de “vamos al centro comercial de la estrella del norte, porque ahí están las tiendas que buscamos”; apenas iba a hacer válida mi condición de jefe de la casa (si, aja) cuando una mirada de mi mujer (de esas “juertes”) me indicó que lo mejor era callar si quería disfrutar de unos alcoholes deportivos.
Obviamente se repitió la rutina de compras que creo todos conocemos, y cuando por fin me anunciaron que habían terminado (con la tarjeta de crédito y el poco efectivo); anuncié como dueño completo de la situación “ahora si nos vamos al hotel”; desgraciadamente mis hijas me voltearon a ver con ojos de un cariño inmenso (de esas miradas a las que no te puedes resistir como padre consentidor) y mencionaron tres palabras contra las que no hay defensa alguna (no, no fueron “papi te queremos”) “papá tenemos hambre”. Mi primera reacción fue la de pararme en el primer restaurante de comida rápida (“fast fud” pa’que me entiendan) y levantar harto colesterol en forma de hamburguesas y papas fritas; ¡Pero no! Las mujeres querían comida italiana de cierto comedero que esta rumbo a El Paso, allá por la I-10, y mis queridas lectoras y lectores, donde manda capitán los marineros se chi...flan una tonada alegre para no perder el ánimo.
Así fue como, a eso del momento del postre (o sea mi segunda copa de vino), se dio la patada de inicio. Cabe mencionar que la mayoría de la clientela eran mujeres, así que yo era uno de los muy escasos babosos que coreó la patada de salida. Así fue que pidiendo la tercera copa de Merlot anuncié: “ahora nos quedamos hasta que se termine el primer cuarto”. Las tres me dieron un beso y tras levantarse de la mesa, mi mujer me dijo “ya sabes en que hotel nos vamos a quedar, ahí te esperamos; por favor pagas la cuenta y nos das la llave de la camioneta”. Bueno no es que no quisiera quedarme, pero verán ustedes, aún no había terminado mi labor de chofer, así que de mala gana me resigné a pagar los daños y a manejar por fin al bendito hotel.
Por desgracia tras llegar y habernos instalado en la habitación, el cansancio me venció y no pude ver completo el tan esperado súper tazón. Pero bueno, siempre habrá un súper tazón más, como siempre habrá muy poco tiempo para disfrutar a la familia.
Es jueves y ya siento seca la garganta. Si quieren contarme los pormenores del mentado partido, estaré en la barra de todos los jueves con los borrachos de siempre. Ahí los veo.

Que tengan ustedes buen día y mejores noches.

PD. De nuevo derrotados por los gringos.............

1 comentario:

Anónimo dijo...

Armando, rebundas echale coco y si sgues contando tus aventuras de shopping pues te quedas sin lectores un saludo