jueves, febrero 07, 2008

la de los jueves 7 febrero 2008

Mercado laboral y la buena ética capitalista

“Los trabajadores mexicanos son bien jaladores, son los únicos que se van al campo a sembrar la palma, porque ninguno de los que sí vienen mucho por acá: nicas, salvas, hondureños, colombianos, cubanos, ninguno jala como un mexicano”. Escuchado en una conversación con un contratista de mano de obra en Miami.

Por José Luis Segovia Garza

Es un trabajador como muchos hay en el mundo. Ahora que es invierno su trabajo consiste en barrer las hojas que caen de los árboles en un gran estacionamiento. Lo veo afanoso pero calmo en su tarea, y aún siendo una mañana fresca, su frente refleja los primeros rayos de sol por el sudor que la humedece. Le digo buenos días, como lo hago con mi familia y amigos que saludo a diario, con los trabajadores de intendencia que mantienen nuestras oficinas, lo mismo que hago con el vigilante que cuida la puerta de la organización para la cual trabajo. Se lo digo a mis alumnos así como a mis compañeros profesores, con un ánimo de que se perciba el buen deseo que está detrás de las dos sencillas palabras: “buenos días”. El señor se detiene por un momento, me ve a los ojos y contesta mi saludo. Al mirar que se dispone a seguir barriendo, una vez superado el momento de distracción por voltear a verme, sonreírme, y aceptar mi saludo, yo aprovecho la interrupción para comentarle que su trabajo empieza a ser difícil en esta época del año, por la gran cantidad de hojas que caen, y le comento que en otros lados he visto que usan sopladores de aire, que no son pesados, que tienen buena potencia para acarrear las hojas a algún punto del estacionamiento donde se les pueda reunir en un solo montón, y así facilitar su trabajo. Tal vez, le digo, si le comentara a sus jefes, pudieran en determinado momento considerar esa posibilidad. No le mueva ingeniero, me contesta, si así de rápido terminara, entonces otra persona haría mi trabajo, además del suyo propio, y yo saldría perdiendo por viejo. Déjelo así, es preferible ir barriendo al pasito, juntar las hojas, y al terminar, volverlas a juntar, pero no perder mi trabajo. Tiene razón, le digo al fin, después de repasar mentalmente las causas y los efectos que tienen los motivos de este buen hombre. Le vuelvo a desear un buen día y sigo mi trayecto. El camino que recorro es el mismo de siempre, el aire que respiro es igual al que respiraba hace un momento, sin embargo algo ha cambiado. La breve conversación con el señor que barre las hojas del estacionamiento me ha alterado el humor y mi caminar pausado es la fórmula que encuentro para pensar, pensar, pensar.

Las condiciones laborales en México son desfavorables en muchos sentidos: en salarios y prestaciones, en ambiente laboral que privilegie la integridad física de los trabajadores, en cobertura con seguridad social para el trabajador y su familia, en el apoyo para su capacitación formal. En verdad la situación es penosa. En un estudio reciente elaborado por la Universidad Iberoamericana (UI), se nos muestran algunos datos duros y concretos sobre las condiciones laborales en México. Así, en el informe sobre los resultados del estudio la UI, se clasifica los estados de la república con las mejores condiciones laborales y también las peores. Para mi sorpresa, los estados de la república que mejores condiciones laborales ofrecen a sus trabajadores son, así, en este orden: Primer lugar Nuevo León, y en un segundo y tercer lugar muy cercanos al primero, Coahuila y Aguascalientes. Digo que me ha sorprendido el resultado de este estudio pues no puedo menos que lamentar cómo estarán el resto de los estados en este renglón, pues si las condiciones laborales son malas en Coahuila, desde un punto de vista humanista y objetivo, pues los últimos lugares, como lo fueron en este estudio Guerrero, Morelos y Tlaxcala, deben tener una situación desesperante. Cuando uno observa el índice calculado por la UI, cuyo rango va desde cero (0) hasta uno (1), entonces nos damos cuenta de lo mucho que hay que hacer todavía para cantar victoria aquí en Coahuila o en cualquier lugar de México. Nuevo León ha quedado en primer lugar al tener un índice general de 0.48212 (¡cuando el mejor índice que se puede obtener es de 1.0!). Aún para los estados “privilegiados” de nuestro país las condiciones laborales son francamente “muy mejorables”.

Conozco bien a mi pueblo, porque soy de él, pertenezco a él, comparto cultura y suelo con todos los mexicanos, y por las características de mi trabajo bien que me ha tocado adentrarme en abismos sociales y llegado a palpar miseria, la muerte en vida a la que están condenados millones de mexicanos, y en general miles de millones de seres humanos. Situación incomprensible e inconmensurable. El problema es tan vasto que no es suficiente con sólo pensar y desear para que empiece a solucionarse. Las variables son tantas y traicioneramente entrelazadas, que tristemente descubro que no hay propuestas del nuevo gobierno mexicano que lleguen a rozar siquiera el largo camino hacia la solución integral.

No se equivocan los que opinan que para que los trabajadores mexicanos, los latinos, los africanos y orientales que laboran en sus propios países en condiciones deplorables, logren un incremento real en su nivel de vida gracias a su propio esfuerzo y no sólo con la ayuda de los gobiernos, se requiere de una educación básica que reúna un conjunto mínimo de conocimientos que incluyen: las matemáticas, el idioma natal y el inglés, el uso de la computadora en particular y el uso de los medios electrónicos de comunicación en general, pero sobre todo, una especialidad laboral que le permita a la persona crecer en un oficio en forma digna.

¿Cómo lograr este sueño? ¿En qué deben invertir sus escasos recursos los gobiernos de las naciones pobres en las que vivimos? La respuesta está ahí desde hace mucho: en educación, capacitación, en ganarle la lucha a la ignorancia desde niños como el anhelo más grande y verdadero de toda una nación. Y no lo veo. Tristemente no lo veo en mi país.

El mexicano promedio, típico (no olvidemos que por lo menos la mitad de este país vive en la pobreza, y por lo menos una quinta parte en la pobreza extrema), es uno que toma la electricidad en forma clandestina para hacer negocio; aquel que no paga el agua compartida del vecindario mientras sus vecinos no dejan de pagarla pues de otra forma se quedarían sin agua todos; aquel que no le alcanza para vivir con lo que gana en un trabajo honorable; aquel que aporta poco o nada a través de impuestos para impulsar hacia delante a la nación. Este personaje es más víctima que verdugo, pues no hubo un sistema que le ayudara a ser distinto. Así como tampoco hay una autoridad que le impida delinquir en caso de que opte por esa ruta desafortunada.

Educar, educar, educar desde niño. Pero NO como se ha hecho hasta ahora, pues las evidencias muestran el fracaso de nuestro sistema educativo. Por lo menos tenemos esa certeza en medio de la zozobra que se percibe en el mercado laboral y en el sistema educativo mexicano: lo hecho hasta ahora no ha funcionado. De ahí es desde donde debemos empezar.

Educar, educar, educar, pero ¿En qué? ¿Qué se debe cambiar? ¿Hacia qué se debe cambiar? Pues bien, otra vez las respuestas a estas preguntas están ahí desde hace mucho pero pocas veces se habla de ellas con seriedad. Podemos empezar por instruir a nuestros niños y jóvenes ética capitalista (atesorar en vida no es pecado, es más pecado esperar que el maná caiga del cielo o del gobierno); ética humanista (el ser humano es el centro de toda actividad y es indebido cualquier cosa que atente contra la integridad física o moral de las personas); instrucción en técnicas de procesos de negocio adecuados a nuestras potencias (cada región debe identificar, consolidar, explotar y proteger sus propios productos y servicios para competir con ellos antes de que alguien más los expropie y les saque provecho); beneficios de la desaparición del salario mínimo y el escalafón (mejor un sistema de compensación en base al conocimiento, desempeño y trabajo en equipo); ventajas de la eliminación de la desmesura del poder de los sindicatos (fiscalización real de los fondos acumulados de los trabajadores y democracia interna para la elección de sus representantes); provecho de la emancipación del IMSS de designios políticos (servicio de salud tan importante para la mayoría de los mexicanos que nada tienen que andar haciendo en tan delicado sistema empleados aprendices de medicina y con calentura política). Para los que estamos ya incorporados e inmersos en el torbellino laboral, para los que nos tocó llegar ofrecer nuestros servicios con las pocas armas que nos dotó el sistema vigente, será necesaria la capacitación en las artes del negocio en el cual participamos, es decir, una capacitación completa en el conocimiento profundo del producto y el proceso de la empresa donde somos empleados. Esto es una gran responsabilidad de los patrones, pues implica capacitar sin escatimar en información fundamental de lo que se trata el negocio, evitando la actitud abstinente por temor a potenciar gente para la competencia. Imaginen qué hubiera sucedido si GM o Chrysler al llegar a Saltillo a principios de los 80’s, hubieran escatimado en el adiestramiento de su gente por temor a que un día se fueran de sus arcas y volaran hacia la competencia. Estas grandes empresas nos han enseñado mucho de lo que es la buena ética capitalista.

Mucho tenemos que aprender todavía de la buena ética capitalista y humanista (porque también hay una mala ética capitalista, y de esa sabemos de sobra con los errores cometidos en el pasado por sus principales exponentes) porque la historia ha demostrado que la otra ética, la que compitió a muerte con la buena ética capitalista, mucho daño causó a naciones completas y por decenas de generaciones. Entiendo por qué el señor que barre las hojas del estacionamiento de la universidad donde trabajo prefiere que todo siga igual, y estoy con él en su contexto, pero también estoy seguro que no será cuidando ese tipo de fuentes de empleo la solución para las futuras generaciones. Como siempre, la solución está en las manos de los más fuertes, de los más educados, de los más privilegiados, en aquellos que no busquen eludir su responsabilidad social y quieran devolver a México una parte de los beneficios recibidos. ¿Quién dijo yo?

Gracias Jose Luis.

Que tengan ustedes buen día y mejores noches.

Nota aclaratoria: En mi opinión muy personal creo importante que al escribir (lo que sea) se sepa quien es el autor. Es quizá por eso que no escribo de manera anónima o bien bajo un pseudónimo; estoy dispuesto al dialogo o al intercambio por escrito de opiniones en lo referente a lo que trato en esta pagina, siempre y cuando quien así quiera hacerlo, tenga los arrestos de identificarse al dejar sus comentarios o bien al escribirme directamente a mi correo electrónico. Mi nombre es Armando Castro y mi correo electrónico es: ladelosjueves@gmail.com

PD. Seguimos sin poderles ganar a los gringos (2-2).


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