jueves, marzo 06, 2008

la de los jueves 6 marzo 2008

Es muy fácil desnudar el cuerpo, es más, a mí me divierte (con la complacencia de quien observe inconmovible); pero desnudar el alma es otra cosa. Hay a quienes se les da de la manera más sencilla. A mí, me cuesta mucho trabajo hacerlo, pero cuando sucede me convierto en alguien difícil de referir. ¿Complicado de entender? No tanto, ya lo verán pacientes amigos y lectores míos. Les narro como lo hago yo.

Al principio es cuestión de oído (¡ya empiezas, bisoño tinterillo!), basta con que te quites el traje gris que cubre la piel (primero), que bloquees por un rato los complejos, las fobias, los paradigmas, fijaciones, fetiches, odios, chicles-chocolates-muéganos, que cubren el alma, que te relajes de lo mas “chingón” (han de disculpar), y por último, que abras tus sentidos al máximo, con frenesí, sin fin. ¿Y “onde” estuvo lo del oído, y lo de la “cheyenne” apá? Denme “chance”, no sean así.

Una vez completamente desnudo del todo (en sentido figurado, ahora que si les da por encuerarse, pues adelante), abres tus sentidos, y como les decía, principalmente el del oído, y escuchas: ahí está el latido de tu corazón, tu respiración. Más lejos, fuera de ti, está el viento que mece las copas de los árboles y refresca tu rostro. Un poco más allá se escuchan las risas, las voces, el ladrido de los canes (los que “se le pelaron” al décimo cuarto regidor y los encerrados en sus casas). Todavía más lejos escuchas sonidos de carros, sirenas de vehículos de emergencia y ruidos de fondo (¿Miguel Ríos?). Ahora, si lo prefieres, puedes practicar este ejercicio con audífonos y sólo escuchar lo que se te pegue la gana. Una vez identificados a conciencia los sonidos múltiples que capta tu maravilloso sentido del oído, empieza una peculiar transformación. Abandonado de todo te entregas a las sensaciones, empezaste por el oído, pero ahora hay una fiesta de emociones que te envuelve y te hace sentir vivo, sientes el calorcito que se arropa en las palmas de las manos, sientes el roce del vello del cuerpo contra la ropa, tu olfato capta, tu vista ve hacia adentro y hacia afuera a la vez; en tal estado de relajación, tu mente se aviva, procesa a una velocidad increíble (que ironía, ¿no?).

Si sigues así, hazle como yo: es en ese preciso y precioso instante de tiempo y de espacio donde-cuando me convierto en algo difícil de definir, de explicar, porque en ese momento me vuelvo humano, totalmente indefenso y expuesto, tan simple ser, tan transparente, abandonado al deleite de tanta belleza que hay dentro y fuera, que se vuelven una sola cosa. Pienso, luego existo; siento, luego existe lo demás, y es en esa coyuntura que me entrego a descansar en las manos de mi Padre, voluntariamente me deposito, me abandono, me resguardo en las manos de Dios. Fíjense hasta donde se llega si uno quiere, y todo es cuestión de oído, o por lo menos por ahí empiezo, y luego el intelecto humano hace el resto: escucho la voz de Dios.

Estamos a 10 días del Domingo de Ramos, día en que el Hijo de mujer mas fregón que se ha parido, entró montado en un borrico (¡que humildad!) a un poblado lejano, hoy tan controversial como lo fue en aquel entonces, y fue recibido como Rey que es, para finalmente ser ejecutado como el criminal que nunca fue. Que incongruentes somos los seres humanos, ¿verdad?, lo que hoy amamos puede ser perfectamente despreciado mañana, y viceversa, lo que hoy es abominable podrá ser algo deseable mañana. Y créanme que ese es un tema grande, que valdrá la pena tocar después, porque la incongruencia pudiera incluso ser considerada como atributo humano, ¿será? Ya veremos dijo un ciego cuando se le planteó volar. No soy un puritano, sólo soy un ser muy humano, ¿vale?

Disculpen que no escriba esta semana sobre prostituidos políticos, funcionaros de arrabal y meretrices de Estado; hoy me ganó el tema del amor de quien dio la vida por nosotros, y amó la vida como ninguno (reconozco, me adelanto a la fecha). Va por ti Hermano, va esta y otras más.

Que tengan ustedes buen día y mejores noches.